"Hay que acostumbrarse a no tener un trabajo fijo para toda la vida". Son las palabras del primer ministro italiano Mario Monti refiriéndose a los jóvenes. "Lo bonito es cambiar de puesto". "Querido Monti, a mi me encantaría la monotonía de un trabajo que me diera seguridad", le contestó un joven en un foro abierto.

El futuro laboral de los menores de 25 años es incierto en Italia, pero aún lo es más en España. La crisis ha disparado el desempleo juvenil hasta tasas insoportables: la mitad de los menores de 25 años no tiene trabajo, lo que significa que no puede valerse económicamente por sí misma y mucho menos emanciparse o iniciar un proyecto de vida. Otro dato: en España hay más de millón y medio de personas que tienen entre 16 y 29 años y que buscan trabajo; es decir, la tasa de desempleo en este sector de población se eleva hasta el 70%. Las consecuencias de esta situación también tienen un reflejo económico en el futuro de estas personas. Un estudio realizado por la Universidad de Bristol -La cicatriz salarial del empleo juvenil- indica que el hecho de que los jóvenes no consigan trabajar durante los primeros años después de terminar su formación, se convierte, al cabo de una década en un 23% menos de salario que otro que, en la misma ocupación y con los mismos estudios, esté empleado desde el principio.

La actual reforma laboral constituye una importante palanca para tratar de dar salida a un problema que lleva camino de convertirse en endémico y que ya ha desatado las alertas en varias organizaciones internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la propia Comisión Europea (CE), que en todos los casos han alertado sobre las nefastas consecuencias de una generación perdida. Por otra parte, el tercero de los Diez principios fundamentales para lograr una reforma laboral eficaz y justa, elaborados por la Fundación de Estudios Económicos (Fedea), aborda este aspecto, y reclama una reorientación de las políticas activas de reinserción laboral y de formación. En este apartado se indica que "un plan de empleo juvenil que siguiera las pautas del pasado, tirando de las subvenciones pero sin mejorar las deficiencias de las políticas activas existentes, sería tan ineficaz como sus antecesores".

En dicho decálogo también se aborda otro de los problemas que afectan a los jóvenes que han conseguido trabajo: la temporalidad. "Esta situación implica una enorme inestabilidad del empleo, en especial para los jóvenes, así como un obstáculo al necesario crecimiento de la productividad en nuestra economía". Para ello propone adoptar un enfoque "radicalmente distinto" de la contratación, introduciendo un modelo único de carácter indefinido para las nuevas contrataciones, dotar al contrato indefinido de mayor flexibilidad horaria y suprimir la mayor parte de los contratos temporales.