Hace justo un año que Bruselas cerraba el periodo de consultas públicas para medir la opinión de los mercados a los project bonds, una nueva vía de financiación para grandes proyectos a través del lanzamiento de bonos que cubran parte del riesgo en el impulso a obras en las redes comunitarias de transporte, energía, información y comunicación. Las "fuertes presiones" a las que, como admiten en el seno de la Comisión, están sometidos los presupuestos de los Estados miembros por la virulencia de la crisis, complican, y mucho, el objetivo marcado en la estrategia Europa 2020 de asumir un volumen récord de inversión en esta década de entre 1,5 y 2 trillones de euros.

Esas garantías públicas buscan, precisamente, que el sector privado se anime a invertir lo que para las administraciones ahora parece imposible. Desde entonces, desde mayo de 2011, nada más se supo de los posibles incentivos, hasta que la canciller Angela Merkel desveló la semana pasada la preparación de "una agenda de crecimiento" para la UE. Por primera vez tras cuatro años con la economía mundial agonizante, parece que la austeridad ya no es la única receta en la que piensan los dirigentes del viejo continente para volver a respirar.

El anuncio de la líder alemana no dejó indiferente a nadie. Tanto por el giro en su radical postura a favor del control exhaustivo del déficit como por los tiempos. Justo el día anterior dejaba muy claro que el Pacto Fiscal rubricado en marzo por los 25 es "innegociable". Y en eso, en todo caso, sigue firme. "No se renegociará", insiste la canciller, que defiende que los incentivos figuran en la agenda comunitaria "desde el año pasado". "La problemática del crecimiento, que algunos reclaman ahora -añade-, es desde hace tiempo la segunda pata de nuestra política, al lado de unas finanzas públicas saneadas".

"Internamente" en la Comisión Europea (CE) se trabaja en modular la estrategia contra la recesión. "Ningún documento ha sido distribuido entre los comisarios", afirman fuentes diplomáticas. Pero el camino está ya abierto, en parte por el hipotético cambio de timón en Francia. "La previsible llegada de François Hollande ha provocado que Van Rompuy (presidente del Consejo Europeo) convoque una cumbre extraordinaria sobre crecimiento y que la Comisión prepare ideas para ponerlas sobre la mesa de los Jefes de Estado y de Gobierno", señalan las mismas fuentes.

La medida que más pesa es activar los project bonds de la mano del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y los recursos que todavía no se utilizaron del famoso Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera con el que se rescató directamente a Grecia, Irlanda y Portugal -la ayuda a Italia se materializó con la compra de bonos por parte del Banco Central Europeo-, unos 12.000 millones de euros del montante inicial de 60.000 millones. ¿Cómo? Con todo un ejemplo de ingeniería financiera que permita que los países no tengan que aportar ni un euro más. De esto se encargaría el bolsillo comunitario.

Las dos caras de Alemania

Las pocas pistas que llegan desde Bruselas y muestran la doble cara del Gobierno alemán apuntan a aumentar el capital del Banco Europeo de Inversiones (BEI), el brazo inversor de los Estados miembros, todos accionistas, con capital híbrido procedente del Mecanismo de Estabilidad. Una hucha que serviría para respaldar el arranque de los proyectos en esos grandes sectores estratégicos y que las empresas encargadas de desarrollar los proyectos no tuvieran problemas en la emisión de su deuda en los mercados -ni en la calificación de las agencias crediticias- y garantizar la liquidez. A efectos prácticos, la UE actuaría como avalista.

La financiación del BEI sobre cada plan está limitada en un 20% del coste, con lo que, si no hay variaciones, desde Bruselas avanzan que cada euro que salga de las arcas comunitarias se multiplicaría por "15 o 20 veces" en la inversión real. De ahí la cifra de 200.000 millones de euros en la que se estima la "agenda de crecimiento", que parte de los 12.000 millones disponibles del fondo de rescate. "Todos son rumores de momento", reiteran fuentes cercanas a la CE.

Oficialmente, Bruselas se esfuerza por exprimir el mismo mensaje en el que se abandera Merkel. "Ya tenemos una agenda de crecimiento sostenible, se llama Europa 2020, esa estrategia que propusimos en 2010 y que fue aprobada por todos los Estados miembros y también por el Parlamento europeo", explicaba ayer Pia Ahrenkilde. La portavoz comunitaria niega el "descubrimiento ahora" de la necesidad de dar un respiro a los recortes. Cualquier plan de crecimiento se presenta como "complemento". "No es una alternativa", dice. "Ésta es, de hecho, nuestra máxima prioridad -continúa-, combinar una consolidación fiscal sólida con algunas medidas para el crecimiento que se sumen a aquellos que puedan facilitarlo, como profundizar en el mercado interior, las reformas estructurales y el acceso a mercados exteriores".

Los intentos de matizar el evidente cambio de rumbo no lograron en las últimas horas empañar lo que ya se conoce como Europlan Marshall, la inyección con la que EEUU trató de reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. El candidato socialista Hollande se arroga parte del éxito. Pero a nadie se le escapa el tremendo pinchazo que acaba de sufrir Holanda, la inmediatas elecciones, este domingo, en esa gran bomba que sigue siendo Grecia y que la propia Merkel tiene que enfrentarse a las urnas en 2013.

Ninguno de los dirigentes a los que ayer se les preguntó en las jornadas de la Fundación Adenauer en Santiago asumió el giro en la política europea contra la crisis. El todopoderoso ministro de Finanzas alemán optó por reducirlo a "medidas adicionales". "El pacto fiscal es la condición indispensable si queremos garantizar la construcción futura de Europa en la que estamos todos", sostiene Wolfgang Schäuble, que descarta, además, cualquier tipo de influencia de los comicios en el Elíseo. "No es costumbre europea", señala Schäuble.

"La austeridad es necesaria porque si el dinero de los contribuyentes se va cada vez más a pagar intereses de la deuda se perjudica el Estado de Bienestar y el dinero que queda para inversión, infraestructuras y potenciar otro tipo de políticas", asegura Soraya Sáenz de Santamaría, que, eso sí, habla abiertamente de "equilibrio" con "políticas de crecimiento" que permitan que "todas las reformas en todos los mercados logren que España sea más eficiente".

"Lo que no tenemos que hacer es ver los dos términos como algo contrapuesto", reivindica Alfonso Alonso. El portavoz del PP en el Congreso incide en que el esfuerzo de consolidación fiscal es "la base imprescindible", pero pone como ejemplo el plan de pago a proveedores de 35.000 millones como incentivo de crecimiento en España. "Hemos puesto medidas y vendrán otras", señala.