España tendrá que pedir su rescate por los instrumentos europeos de estabilidad financiera (el FEEF y el futuro MEDE) y aceptar una "condicionalidad macroeconómica total" para que el Banco Central Europeo (BCE) reanude la compra de bonos soberanos españoles. "No será un rescate suave", sostuvo el presidente del BCE, Mario Draghi. En la operación, de producirse, tendrá una "intervención ligera" el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este diseño supone la implicación de los tres organismos de la troika (UE, FMI y BCE), a los que el ministro Cristóbal Montoro se refirió el 6 de junio como "los hombres de negro".

La compra de bonos, que tendrá carácter "extraordinario", se realizará sólo en el mercado secundario de deuda, será ilimitada; se concentrará exclusivamente en los tramos cortos de deuda (bonos a un plazo máximo de uno a tres años); no aumentará la liquidez (se drenará dinero del sistema por el mismo importe que se inyecte con la compra de deuda con el fin de evitar la expansión monetaria y el riesgo de inflación) y será reversible: si el país solicitante -que estará sujeto a una vigilancia estrecha- incumpliese las condiciones que se le impongan en el llamado Memorandum de entendimiento (MoU), no sólo se suspenderá el programa, sino que el BCE podría desprenderse de la deuda ya adquirida, lo que haría rebrotar las primas de riesgo y la penalización de sus bonos en el mercado.

La decisión del BCE tuvo un voto en contra: el del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, radicalmente contrario a la asistencia de los estados con problemas fiscales por parte del Banco Central Europeo, porque, en su opinión, se trata de una forma de financiación monetaria de los Estados. Pero Draghi lo justificó como una actuación para corregir una "distorsión severa en la transmisión de la política monetaria a la economía real en los mercados de deuda de algunos países por el temor infundado a que el euro no sea irreversible". Se trata, dijo, de "garantizar la estabilidad".

Mientras en Alemania trascendió el rechazo y la crítica difundida contra esta medida por el Bundesbank (el ortodoxo y estricto banco central alemán), en España tanto la canciller alemana, Angela Merkel, como el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, evitaron pronunciarse. Rajoy dijo que antes de opinar debe conocer los detalles. Por el contrario, el presidente italiano, Mariano Monti, celebró la decisión, aunque opinó que su país podrá evitar acogerse al programa.

Con su intervención sólo en el mercado secundario de bonos (allí donde se negocia deuda ya emitida con anterioridad por el país) el BCE pretende desligarse de cualquier connotación de financiación directa a los estados, lo que si ocurriría en el caso de acudir a las subastas del Tesoro (mercado primario) para la compra de bonos nuevos del país auxiliado. Esto último sí lo podrán hacer los mecanismos de rescate.

Que el importe sea "ilimitado" no implica una ayuda sin fin. Significa que no se predetermina una cuantía precisa para poder modularla según la evolución de los acontecimientos y, sobre todo, supone que el BCE mantiene reserva para evitar que los mercados pudieran adaptar su estrategia según la munición que el eurobanco estuviera dispuesto a emplear. Que la compra se concentre sólo en bonos a corto plazo entraña dos mensajes: tranquilizar al Bundesbank, en tanto que el BCE no liga su destino a largo plazo al de los países problemáticos, y, a la vez, mantener la presión del mercado sobre los estados precisados de ayuda para que no relajen sus sacrificios, reformas y ajustes.

El nuevo programa de compra de bonos (Transacciones monetarias directas, OMT) mantiene, como el anterior (SMT, que estuvo vigente entre mayo de 2010 y febrero pasado), la "esterilización" de liquidez. Esto significa que el BCE retirará del sistema monetario por otras vías tantos recursos como los que inyecte para la compra de deuda con la finalidad de garantizar la estabilidad y evitar una expansión monetaria potencialmente generadora de tensiones inflacionarias.

Pero ahora, además, se dará máxima transparencia informativa a las operaciones de drenaje. El BCE renunciará a la condición de acreedor preferencial para no disuadir a otros compradores de deuda.

El BCE tomó otras dos decisiones: mantener el tipo oficial de interés en el 0,75% y rebajar las garantías que exige a la banca para darle liquidez. Con ello facilitará las inyecciones al sector financiero pero también estimulará la petición de rescate por países que lo precisen porque las condiciones serán mejores para las entidades de estos estados.

Al nuevo programa de compra de bonos también podrían acogerse aquellos países a los que les pudiera bastar a un rescate parcial, el llamado rescate precautorio. España podría intentar acogerse a esta vía. Pero, en todo caso, el BCE exigirá una fuerte "condicionalidad" muy estricta para intervenir. La condicionalidad será económica (imposición de medidas concretas) o política (vigilancia permanente del cumplimiento de los objetivos de déficit).