Los jóvenes representan la promesa de un cambio positivo en las sociedades. Sin embargo, no hay suficiente trabajo para ellos. Hay asimismo millones de jóvenes que no encuentran vías hacia un trabajo decente y corren riesgo de exclusión social.

En 2012 hay en el mundo casi 75 millones de jóvenes desempleados, 4 millones más que en 2007, y más de 6 millones han abandonado la búsqueda de un puesto de trabajo.

Más de 200 millones de jóvenes están trabajando pero ganan menos de 2 dólares de los Estados Unidos por día. El empleo informal entre los jóvenes sigue ganando terreno. La crisis del empleo juvenil, agravada significativamente por la crisis económica y financiera mundial impone el gran desafío a gobiernos, empleadores y trabajadores, que tienen la ineludible tarea de trabajar aún más arduamente en la promoción, generación y mantenimiento de los empleos decentes y productivos.

El desempleo y el subempleo persistentes de los jóvenes conllevan un elevado coste socioeconómico y representan una amenaza para el tejido social. La incapacidad para crear suficientes puestos de trabajo decentes puede tener efectos perjudiciales duraderos en los jóvenes.

Revertir la situación actual

Existe una necesidad urgente de revertir la tendencia actual. Si no se adoptan medidas inmediatas y enérgicas, la comunidad mundial se enfrentará al triste legado de una generación perdida. Invertir en los jóvenes es invertir en el presente y en el futuro de nuestras sociedades.

Se ha adquirido mucha experiencia sobre la forma de hacer frente a los distintos obstáculos con que tropiezan los jóvenes para entrar en el mercado laboral, pero en muchos países, las políticas ineficaces, macroeconómicas y de otro tipo, no han logrado generar suficientes empleos, ni en general, ni para los jóvenes en particular.

La crisis del empleo juvenil representa un reto mundial, aunque sus características sociales y económicas varían considerablemente, tanto en cuanto a su dimensión como a su naturaleza, entre los distintos países y regiones y dentro de cada uno de ellos. En España la situación es crítica y obliga a una acción inmediata para no perder una generación que debe tirar de la economía en los próximos 40 años.

Transición de la escuela al trabajo

En la actualidad sigue habiendo considerables deficiencias en relación con el acceso a la educación, la formación, la calidad de éstas y las competencias que facilitan su adaptación a los requisitos del mercado de trabajo. La inadecuación de las competencias laborales al mercado de trabajo, así como la falta de oportunidades está lastrando el futuro de los jóvenes.

Hoy día, 130 millones de jóvenes carecen de las capacidades básicas de lectura, escritura y aritmética, las personas que abandonan la escuela antes de completar su instrucción constituyen un segmento cada vez mayor de jóvenes desfavorecidos. Otro problema acentuado con la crisis es el desempleo de los diplomados universitarios.

Hay un desfase entre estos jóvenes formados y las necesidades del mercado de trabajo. Otro de los programas actuales es la difícil transición de la escuela al mercado laboral, lo que genera una falta de experiencia estructural. En este contexto han aumentado los aprendizajes profesionales y otras modalidades de adquisición de experiencia laboral, pero que ha generado un efecto adverso.

En muchos casos se ha utilizado como una forma de obtener mano de obra barata o de reemplazar o sustituir a otros trabajadores que ya se encuentren en la empresa. La oficina internacional del trabajo pide a los estados que elaboren y apliquen políticas de mercado de trabajo que facilitar la entrada o la reincorporación de los jóvenes al mercado laboral.

Políticas que apoyen a los jóvenes y que derivarán en más igualdad, integración social y demanda agregada. La OIT reclama programas públicos de empleo e inversión que promuevan el empleo en general y, especialmente, el empleo juvenil, que tendrán importantes efectos multiplicadores en la economía.

El objetivo es todavía una utopía

Al hacer frente al desempleo juvenil no debería olvidarse ni debilitarse la protección a la que los trabajadores jóvenes tienen derecho. Teniendo en cuenta el firme apoyo universal de que son objeto las normas internacionales del trabajo fundamentales, las políticas encaminadas a facilitar el acceso al empleo no deberían conducir a una discriminación en el trabajo. Los trabajadores jóvenes tienen los mismos derechos que los demás trabajadores.

Derechos fundamentales de los jóvenes en el trabajo

Todas las acciones adoptadas para afrontar la crisis del empleo de los jóvenes deberían tener en cuenta la Declaración de Filadelfia (1944), la Declaración de la OIT relativa los principios y derechos fundamentales en el trabajo y su seguimiento (1998), el Programa de Trabajo Decente (1999), el Programa Global de Empleo (2003), las conclusiones relativas a la promoción de empresas sostenibles (2007), la Declaración de la OIT sobre la justicia social para una globalización equitativa (2008), el Pacto Mundial para el Empleo (2009) y las conclusiones adoptadas por la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) en la discusión recurrente sobre el empleo (2010), así como el conjunto de normas internacionales del trabajo pertinentes para la cuestión del trabajo y los jóvenes.