De las crisis se sale atacando sus causas reales. Pero como ningún sujeto y agente económico quiere admitir su parte alícuota de culpa y su contribución al desastre, la tendencia a buscar falsas tesis o explicaciones parciales es muy fuerte. Esta crisis no ha sido en esto distinta a las anteriores, salvo que la propensión a esgrimir argumentos que oculten o maquillen los factores más decisivos y profundos del desplome ha sido mayor en la medida en que esta larga recesión es el desenlace traumático de una gravísima acumulación de desequilibrios y errores económicos concatenados a lo largo de varias décadas, y en los que han participado organismos supranacionales, reguladores, bancos centrales, gobiernos, empresas, bancos y ciudadanos. Esto, que es cierto para la crisis general internacional, es aún más evidente en la especificidad del caso español.