Con una inversión superior a los 22 millones y la vocación de un "compromiso responsable y solidario" para compatibilizar el desarrollo del grupo empresarial y el cuidado del medio ambiente, en enero de 2007 nacía de mano de Coren la única planta de tratamiento de purines de Galicia. La gestión corría a cargo de la Sociedad Gallega de Residuos Ganaderos, donde hasta hace poco compartían accionariado la firma presidida por Manuel Gómez-Franqueira, dos cooperativas de criadores de cerdos y la antigua Novagalicia. El pionero proyecto buscaba una "duración indefinida" ante esa peculiaridad de ser la única central de este tipo en funcionamiento en la comunidad y su dotación con tecnología punta, a imitación de otras experiencias en Italia, Dinamarca y Holanda. Operativa las 24 horas y los 365 días del año. Hasta ahora. Su vida fue cortísima por la reforma energética del Ministerio de Industria, que con su recorte a las renovables deja sin ingresos a los sistemas de cogeneración que permitían aprovechar el funcionamiento de la planta para dotarse de electricidad y vender el sobrante como financiación propia.

Tras las advertencias que la compañía lanzó a comienzos de año ante la amenaza que suponía lo que se iba conociendo del real decreto de energías limpias y la orden que concreta los recortes, Coren admite que finalmente optó por cerrar la planta. "Todas las plantas de tratamiento de residuos ganaderos de España entraron en situación de inviabilidad por esta normativa", explican en la compañía, al hilo de las quejas que esgrimió la asociación que representa a las 28 instalaciones que funcionaban en el país. Todo apuntaba a que la de Sarreaus (Ourense) correría el mismo camino que el resto cuando se fueron anunciando en estos últimos meses un goteo incesante de paradas.

Y así fue. "La nuestra, al igual que las otras, también se ha cerrado -añaden fuentes de Coren- y hemos tenido que buscar zonas ganaderas que absorban los residuos que iban a esa planta". La capacidad de tratamiento de la planta ourensana asciende a 110.000 toneladas de residuos -unos 5.000 camiones al año- que, una vez depurados, quedan reducidos a 15.000 toneladas de un abono orgánico rico en nutrientes, tratado térmicamente, según detalla el Centro Tecnológico Medioambiental de Coren, "idóneo para su uso agrícola". El destino ahora de los purines es el abono de praderías y la regeneración de montes comunales quemados, según asegura la empresa, "lo que conlleva un mayor coste para los productores, causándoles un perjuicio mayor en momentos ya duros por las dificultades que atraviesa el consumo". Un coste "que repercute directamente sobre el productor que trabaja en el campo".

Coren es insistente en que la solución alternativa no supone un riesgo para el medio ambiente, ante la polémica que suscitan siempre los vertidos de purines. "Mantenemos siempre el máximo respeto al medio ambiente -destaca-, ya que éste es uno de nuestro principales compromisos".

Con la digestión y el tratamiento del biogás generado por los residuos, la planta de Sarreaus lograba, además del abono, obtener calor y electricidad para cubrir 25 granjas propias y 107 instalaciones de cooperativistas. El fin de las primas por su producción renovable provoca una "pérdida total de ingresos" en Gallega de Residuos Ganaderos. Lo abordaron con la Xunta. "Y ésta trasladó la inquietud a Madrid, pero no se consiguió que el Gobierno central cambiase su postura para permitir la continuidad de las plantas afectadas", explica Coren.

Por eso, uno de los recientes recursos presentados ante el Tribunal Supremo contra la reforma de Industria está firmado por Gallega de Residuos Ganaderos. "Al igual que hizo todo el sector, eólico y cogeneración, debido al perjuicio que causa dicha modificación en todo el sector energético", justifica la compañía, que acababa de sufrir otra transformación con la salida de la antigua NCG, hoy Abanca, de su accionariado. Las cooperativas adquirieron a finales del 2013 el 40% del capital que tenía el banco.