Tras conseguir luz verde de la eurozona para recibir el tercer rescate, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, debe hacer frente ahora a las disidencias internas que han puesto en serio peligro la estabilidad de su Gobierno.

El Ejecutivo ha celebrado la decisión del Eurogrupo que ayer avaló el rescate y ha señalado que el objetivo del programa es hacer volver al país "al crecimiento y hacer frente a los problemas de la economía griega".

El rescate, con una validez de tres años y un monto que puede llegar hasta los 86.000 millones de euros, recoge un amplio compendio de ajustes que afectarán a cuestiones tan sensibles como las pensiones, el impuesto sobre el valor añadido (IVA) o las privatizaciones.

A cambio, el Gobierno solo ha conseguido arrancar la promesa de que en función de los resultados que arroje la primera evaluación, prevista para octubre de 2015, las instituciones valorarán la sostenibilidad de la deuda griega, aunque el Eurogrupo ya ha dejado claro que si bien se podría conceder posibles periodos de gracia y vencimiento más prolongados, la quita nominal es imposible.

De este alivio dependerá que el Fondo Monetario Internacional entre a formar parte del rescate, un requisito que países como Alemania, cuyo Parlamento votará el miércoles si apruebe el nuevo plan, han fijado como condición.

Atenas ha reconocido que no se trata de un buen acuerdo y que implicará medidas dolorosas.

El ministro de Energía y Reconstrucción Productiva, Panos Skurletis, afirmó hoy que el Ejecutivo tratará de implementar las reformas "de la manera más social posible, evitando el sufrimiento".

En una entrevista con el diario Efimerida ton Syntakton, Skurletis precisó que buscarán medidas alternativas a los recortes, que sirvan "para mitigar los efectos recesivos del acuerdo y, al mismo tiempo, abran nuevos caminos para el crecimiento".

Pero no todos los miembros en el gobernante Syriza han aplaudido la consecución del pacto, cuya aprobación en el Parlamento ayer dejó clara las graves diferencias internas.

Hasta 47 diputados izquierdistas dieron la espalda al rescate en la votación, con lo que la coalición gubernamental formada por Syriza y el nacionalista de derechas Griegos Independientes, consiguió tan solo 118 votos a favor, dos por debajo de la "barrera psicológica" fijada como necesaria para mantener la estabilidad.

Los medios locales, que citan fuentes del Gobierno, aseguran que el Ejecutivo convocará una moción de confianza al primer ministro después del próximo jueves.

Ese día Grecia recibirá 13.000 millones de euros, correspondientes al primer desembolso del rescate -fijado en 26.000 millones-, con el que podrá hacer frente al pago de 3.400 millones de euros al Banco Central Europeo ese mismo día.

La división interna de Syriza ha provocado que la convocatoria de elecciones se plantee casi como un hecho inevitable, pues existe una gran facción que no está dispuesta a defender la actuación del Gobierno tras la aprobación del rescate.

Una parte de ellos son los miembros de la Plataforma de Izquierda, liderada por el exministro de Energía, Panayotis Lafazanis, quien el jueves anunció la creación de un movimiento antirrescate.

Un gesto que se interpreta como el preludio para la creación de un nuevo partido.

La prensa local apunta a que a la Plataforma de Izquierda podría formalizar su separación de Syriza a más tardar el próximo fin de semana, cuando se celebran varias reuniones de algunos sectores de la formación.

El sitio web de la Plataforma de Izquierda ha calificado de "chantaje" la posible convocatoria de la moción de confianza a Tsipras y ha dicho que su único objetivo es "ejercer presión psicológica" sobre los miembros de Syriza.

Aunque no ha desvelado el sentido de su voto, la web, refiriéndose a declaraciones de Lafazanis, asegura que la intención de la Plataforma de Izquierda no es "hacer caer" al Gobierno, sino "detener la aplicación del memorando".

Es por ello que, aunque haya muchos miembros del Ejecutivo que han votado en contra del rescate, no se espera que también lo hiciesen en contra de Tsipras.

La cita con las urnas puede solo precipitarse si finalmente se convoca la moción y Tsipras la pierde, porque en caso contrario, lo más probable es que el jefe del Ejecutivo heleno espere a tomar una decisión al resultado del congreso extraordinario que su partido ha fijado para septiembre.