Si China evoluciona, como pretende y precisa, hacia un modelo más equilibrado y menos dependiente de las exportaciones, no solo su saldo exterior neto tendrá una menor contribución porcentual al PIB nacional. También mermará el peso relativo de las reservas internacionales en divisas que atesora el país, hoy equivalentes a 3,2 billones de euros. Por lo tanto, China dispondrá de menos relevancia como banquero internacional de los países con elevados endeudamientos y saldos externos negativos.

La compra masiva de activos denominados en otras monedas permite a China mantener el yuan en niveles de cotización acordes con sus necesidades de competitividad. Pero esto será menos necesario y posible si transforma su modelo de crecimiento. Por lo tanto, precisa definir otro estatus para su moneda. Pekín aspira a convertir el yuan en divisa de reserva internacional, lo que le reportará ventajas monetarias y el reconocimiento de su poderío económico y estratégico. A este fin conduce la liberalización del régimen cambiario del yuan en agosto.