Hace meses que el Banco de España y la gran banca española alientan de nuevo el baile de las fusiones mientras las plantillas de los bancos resultantes de la formidable reestructuración vivida en las cajas de ahorros en el último lustro digieren aún su nuevo estatus. La justificación para defender este nuevo proceso concentrador es la baja rentabilidad que, en opinión del supervisor bancario, enfrenta el sector con los tipos de interés bajo mínimos durante una buena temporada y la escasa demanda de crédito solvente. Esta combinación, dicen los expertos, reduce los márgenes de intermediación bancaria, que son los que sustentan el negocio tradicional. Lo que queda cuando se eliminan las llamadas operaciones extraordinarias -ventas de participaciones industriales o de áreas de negocio, por ejemplo- que tanto ayudaron a compensar los modestos resultados de la banca durante la crisis.

El subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, vuelve al papel que tuvo durante la gestión del rescate bancario y lanza pública y regularmente mensajes de la posición del supervisor ante un futuro inmediato que parece debatirse largamente pero fuera de los focos.

Restoy advirtió en junio de la necesidad de reducir aún más el número de entidades que hay en España. Ahora, sin embargo, el Banco de España matiza sus pretensiones y deja claro que no le gusta la idea de que los pequeños bancos se unan entre sí para competir con los mayores, según adelantó ayer Expansión, que sin citar fuentes sostiene que es el mensaje transmitido por el regulador bancario a los fondos de inversión interesados en entrar en el negocio.

Desde que el Banco de España reveló en 2012 que Novagalicia sería vendida al mejor postor, no cesaron las especulaciones sobre su futuro, que analistas y prensa económica de situaban bajo el paraguas de cualquiera de los tres grandes; Santander, BBVA y CaixaBank.

Subasta sorpresa

Los tres participaron en la puja -aunque sus ofertas evidenciaron un interés desigual- junto con los fondos de inversión con los que su entonces presidente, José María Castellano, había negociado, como Guggenheim. El Santander fue el convidado de piedra, fiel a su estrategia de crecer fuera de España, pero al resto de los candidatos se unió otro fondo, JC Flowers, y el grupo venezolano Banesco, que un año atrás se había hecho con el control del Etcheverría. Fue este último el que se hizo -y por sorpresa- con NCG por unos 1.000 millones.

Desde entonces, Abanca es un banco privado, pequeño -54.000 millones en activos- pero independiente, con un accionista muy mayoritario (Banesco), pero los comentarios y especulaciones sobre su posible integración en un grupo mayor no han cesado. La lógica del mercado dice que si Abanca cambia de manos será porque su propietario así lo decida, dado que ya no es un banco nacionalizado al que el Banco de España pueda marcarle el guión. O desde luego no más que a cualquier otra entidad de las más pequeñas como Bankinter (57.333 millones en activos). El banco que gestiona Dolores Dancausa se convirtió en un ejemplo de gestión durante la crisis, que superó sin despeinarse, pero en los últimos meses aumentan también los comentarios sobre su posible absorción. Y el pasado ha demostrado cómo la regulación bancaria puede alterar el mapa.

Desde que se hizo con la actual Abanca, su vicepresidente, y presidente de Banesco, Juan Carlos Escotet, siempre ha defendido que busca una aventura a largo plazo y no revender cuanto antes para sacar rentabilidad a su inversión, pero ofertas no le han faltado, según fuentes financieras. Su plan es una futura salida a Bolsa, pero de momento poco se sabe de cuándo.

En otra situación están las cajas que sobrevivieron a la reestructuración y se agruparon en torno a Unicaja, Ibercaja o Kutxabank. Son bancos cuyos accionistas mayoritarios son fundaciones bancarias con origen en las antiguas cajas. La normativa de la reestructuración bancaria les impuso formar un fondo de reserva equivalente al 0,5% de sus activos ponderados por riesgo antes de 2019; un desembolso muy exigente que en el caso de Kutxabank asciende a 250 millones. La alternativa es dar entrada a accionistas privados y que las fundaciones pierdan esa participación de control.

Ibercaja y Unicaja ya tienen planes para salir a Bolsa y Kutxabank, heredero de la joya de la corona de las cajas -la fusión de las tres vascas-, dejó claro en septiembre que optará por el fondo de reserva. Las tres buscan mantener su independencia pero el supervisor no parece dispuesto a allanarles el camino.

El Banco de España considera que la vía de la cotización obligaría a las entidades a ofrecer un fuerte descuento sobre su valor contable o en libros para tentar así a los inversores, como sostenía ayer Expansión, que apunta que la opción preferida del regulador es la integración en una entidad más grande.

Y por si acaso la tentación es otra, el organismo que gobierna Luis María Linde desaconseja repetir las integraciones entre pequeñas entidades cuyos intereses pueden entrar en conflicto con la necesidad de reducir oficinas y aprovechar sinergias.