"Un talento único e irrepetible, pero sobre todo una excelente persona". Ésta fue solo una de las innumerables frases de elogio que se escucharon ayer a la entrada de la iglesia de la localidad asturiana de Pola de Siero antes del funeral de José Ignacio Rodríguez Díaz, asturiano afincado desde hace unos 30 años en A Coruña que colaboró decisivamente en la expansión del imperio Zara hasta su inesperado y prematuro fallecimiento el lunes, a los 53 años, debido a las complicaciones de una neumoníaprematuro fallecimiento.

Hasta Asturias se acercaron multitud de amigos y conocidos de Rodríguez, entre los que destacó una numerosa expedición de empleados de Zara con la mujer de Amancio Ortega, Flora Pérez, a la cabeza, que no quiso perder la oportunidad de dar su último adiós a alguien que tenía por gran amigo y era uno de los pilares de la compañía.

Casi media hora antes de comenzar el oficio religioso ya había más de un centenar de personas en la iglesia, que finalmente se llenó a rebosar. La llegada del marido de Rodríguez, Manuel Eirín, desató la emoción entre muchos de los asistentes que se fundieron en sentidos abrazos con el inseparable compañero del que fuera director creativo de Zara Home y Zara Kids para tratar de consolarle.

La gran huella dejada en la multinacional coruñesa quedó más que patente, pues fueron muchos los empleados que no pudieron contener las lágrimas al recordar la figura del que era para ellos todo un referente no sólo en cuanto a moda y decoración, sino en su forma ser. "Era el mejor jefe que se podía tener", declaró una trabajadora que trabajó codo con codo con él durante muchos años, mientras las lágrimas le arroyaban por las mejillas. Otros no dudaron en destacar su disposición incondicional a ayudar a los demás en lo que estaba en su mano. "Fue la persona más voluntariosa que conocí en la vida, pues se prestaba a todo", indicó otra empleada de Zara.