Cuando hablamos de sociedades prosperas, Noruega, Alemania, Francia, Canadá, Japón..., se argumenta que esa prosperidad viene del alto peso de las actividades industriales en su PIB. ¿Y Galicia?

La realidad actual muestra datos preocupantes. Renta per cápita de 19.954, cuando en España es de 22.780, un 13% por debajo. Población activa de 1.261.900 personas, el 45.93% del total, en España de 22.899.500, el 49.23% del total. El ingreso familiar mensual medio pasa de 2.026 en el 2007 a 1.910 en el 2013, y bajando. Una población de 2.747.207 personas con saldo vegetativo negativo (nacimientos menos fallecimientos) de menos 10.128 en el 2014, y una expectativa de 2.612.394 habitantes para el 2024. Perderemos un 4.9% respecto al 2014 mientras España perderá un 1.46%. Un buen número de inmigrantes dejan Galicia para buscar oportunidades en otros lugares de España, de Europa o regresando a sus propios países. Nuestro ecosistema no retiene a personas de países con calidad de vida muy inferior al nuestro. Un sistema educativo que genera profesionales altamente cualificados, sin opciones laborales aquí, obligados a aportar sus conocimientos a otras sociedades, no sólo de Europa, que no han soportado su formación. El coste para Galicia, el beneficio para otros. Si, si, les entiendo, tienen razón, parece absurdo.

Y si esto fuera poco, hemos perdido el control de algunas empresas industriales estratégicas y del sistema bancario, que ya no es gallego.

Si somos menos, si nuestra renta per cápita es baja y cayendo, si los sectores estratégicos han sido enajenados, las expectativas de futuro son preocupantes.

Pero hay otros datos más positivos. Ubicación geográfica privilegiada, la más occidental de la Europa continental, la más cercana a América. Podemos ser un puente entre América y Europa. Clima benigno que favorece una agricultura y ganadería de calidad. Mención especial al sector lácteo que produce en torno al 40% de toda la leche líquida producida en España. La cercanía al mar genera pescadores expertos, el sector pesquero gallego es un referente compitiendo exitosamente con otros, Noruega, Perú, Japón..., también plantas acuícolas pioneras, y marinos mercantes enrolados en grandes flotas mundiales. Generamos la energía que necesitamos con un peso de las renovables y de la hidráulica, las sostenibles, superior al 40%. Y lo más importante, disponemos de una población con empresarios, directivos, técnicos y trabajadores altamente cualificados, capaces de emprender y mantener proyectos empresariales brillantes en nuestra tierra, el lector conoce ejemplos, así como de adaptarse y participar como directivos y técnicos valorados en multitud de empresas por todo el mundo.

Llegados a este punto habremos de preguntarnos el porqué estamos donde estamos. Necesitamos reindustrializar Galicia. Si en 1980 la industria representaba el 20.3% de nuestro PIB, y en el 2012 es solo el 13%, sin duda tenemos la clave del problema. La UE planea que la industria suponga el 20% del PIB de Europa en 2020.

Cambiar la tendencia exige hacer cosas diferentes. La reindustrialización obliga a pensar a medio y largo plazo, requiere invertir en formación, en innovar y desarrollar, exige plazos de recuperación de la inversión largos, y esto obliga a un cambio en el ecosistema. Es lo contrario al pelotazo. Euskadi es un buen ejemplo y bien cercano.

Los beneficios son claros. Genera una sociedad mejor, más resistente a las crisis, con mejores escalas salariales, una mayor capacidad de consumo y ahorro, más impuestos, capta y fija población, e induce actividades que, como las llamadas de la economía 4.0, son complementarias con la industria pero con ausencia de vida propia sin ella. La industria es la base así como un multiplicador.

Y esta es una responsabilidad de nuestros gestores públicos. Ahora que se abre un nuevo ciclo político, están obligados, más que nunca, a pensar a largo plazo y no en las próximas elecciones, en la gente y no en su partido; están obligados a facilitar la creación e implantación de empresas disponiendo para ello mecanismos ágiles. A identificar oportunidades, ¿Qué no fabricamos en Galicia y hay mercado interno y externo para ello? A ofrecer suelo industrial a precios lógicos. A controlar sectores estratégicos como la energía, o como el financiero, exigiendo y respaldando apoyo crediticio real a los empresarios industriales del que hoy carecen sobre todo si son innovadores. Es el gran cambio, los gestores públicos deben apoyar la economía real poniendo a su servicio la financiera. No valen razones de libertad de mercado para oponerse. Cuando se obligó al sistema bancario a financiar operaciones enormes, también en Galicia, sin apenas valor para la ciudadanía y con los resultados que la mayoría padece, ya se estaba interviniendo. Hágase de nuevo, pero ahora a favor de toda la ciudadanía.