El sector financiero afronta algunos otros riesgos que debe sortear. La caída de la rentabilidad de la deuda soberana (incluso a tipos negativos en letras a corto plazo) a causa de las compras masivas por el BCE ha mermado a la banca una de las fuentes de ingresos que le permitieron aliviar su cuenta de resultados en los peores momentos de la crisis. Aunque los bancos han reducido por ello el volumen de bonos del Estado y otros títulos de renta fija en sus carteras, el riesgo futuro al que se enfrentan es la depreciación de esos valores cuando los bancos centrales normalicen su política monetaria. Entonces subirán los tipos, bajarán los precios y los títulos antiguos se devaluarán. El FMI alertó en octubre del riesgo de que este deterioro del valor de las carteras por una crisis de liquidez en los mercados (que no haya demanda) dañe la solvencia de las entidades financieras y se propague como crisis bancaria.

Amén de la aparición de mercados alternativos al crédito, la banca ve con inquietud la competencia de la banca en la sombra -no sometida a las mismas reglas- y la irrupción de las empresas tecnológicas (fintech) en algunos segmentos del negocio financiero.