El relevante crecimiento español, pese a los elevados desequilibrios que persisten en su economía, está sostenido sobre factores internos y externos. El petróleo barato, el euro depreciado, los tipos en el 0,05% y los intereses de la deuda deprimidos por la actuación del BCE son factores que benefician a todos los países de la eurozona, pero más a los que, como España, tienen menor eficiencia energética, deudas familiares y empresariales elevadas, débitos públicos acusados y un tradicional saldo exterior negativo. El efecto dinamizador sobre el PIB de un alivio en esos lastres es proporcional al peso de esas cargas en cada país. A estos factores se sumó la ganancia de competitividad por las rebajas salariales en una estrategia de mejora de ventajas comparativas vía precios.

Estos factores son reversibles, aunque no parece probable a corto plazo. No obstante, el FMI señaló a España en diciembre como país de "riesgo" y pidió reformas que fortalezcan el potencial de crecimiento por si los factores externos se dan la vuelta, y más cuando bajar salarios para competir tiene límites.

La balanza de pagos evidencia que el crecimiento español se sustenta sobre la demanda interna, dado que el saldo comercial sigue en negativo por el exceso de importaciones. El alza del consumo obedece a la demanda retenida durante la crisis (hay bienes que reponer) y el alivio de la capacidad adquisitiva por el petróleo, los tipos de interés, el repliegue parcial de las subidas de impuestos, el repunte del empleo (aunque de peor calidad) y la inflación en el 0%. Pese al déficit comercial, la balanza por cuenta corriente está en superávit, vital para que España reduzca su deuda externa. Su debilidad es que ese superávit descansa sobre el turismo, otro factor externo ayudado por causas coyunturales (la inestabilidad en países competidores del Norte de África y el Mediterráneo oriental) y la bajada de precios en España.

El riesgo más inmediato es la desaceleración del crecimiento global y los problemas en Latinoamérica. El 25% de los ingresos de los grandes grupos del Ibex-35 proceden de países emergentes, sobre los que ahora se concentran todos los temores.