Las Bolsas chinas protagonizaron ayer su segundo desplome de la semana con caídas superiores al 7%, lo que abocó al cierre anticipado de las plazas de Shanghái (-7,32%) y Shenzhen (-8,35%) por el órgano regulador del mercado cuando aún no había transcurrido media hora de negociación -en la que se convirtió en la más breve sesión de los parqués chinos- y cuando el índice selectivo CSI300 también se hundía un 7,2%.

El tropel vendedor, que derrumbó los índices del país nada más abrirse la jornada, propagó de nuevo el miedo al resto de las plazas mundiales que, como ocurrió el lunes, se vieron arrastradas a la baja por las dudas sobre la economía del gigante asiático y por el petróleo, que sigue sin consolidar un suelo.

El índice japonés Nikkei 225 retrocedió de inmediato y cayó al final de la sesión un 2,3%. La tendencia bajista saltó de Asia a Europa y América. El índice español Ibex-35 llegó a caer un 3,3% y a perder el nivel de los 9.000 puntos, que recuperó al final de la jornada. Las caídas continentales se amortiguaron a lo largo del día y Madrid cerró con un retroceso del 1,5%. Empresas productoras y transformadoras de materias primas, grupos muy endeudados y compañías con alta exposición a Hispanoamérica y países emergentes fueron los valores más castigados.

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Fráncfort volvió a liderar las caídas entre las grandes plazas europeas (-2,29%) por el miedo al impacto negativo de China en las exportaciones alemanas. Londres cedió un 1,96%; el índice Euro Stoxx 50, un 1,74%; París, un 1,72% y Milán, un 1,14%. La apreciación del euro (se cambió a 1,086 dólares frente a los 1,076 de la víspera), también contribuyó a los descensos, pese a que en parte es atribuible a una reducción del empleo en la eurozona.

Las primas de riesgo de la deuda soberana se mantuvieron contenidas tanto por la acción compradora del BCE como por la salida de dinero de la Bolsa para refugiarse en la renta fija. Pese a ello, el diferencial español avanzó levemente (dos puntos básicos) hasta los 120.

En la atenuación de las caídas de las Bolsas europeas pudieron influir dos decisiones de las autoridades chinas. Una es la supresión de la norma que entró en vigor esta semana y que obliga a cerrar los mercados cuando caen o remontan más del 7%. Esta decisión preventiva parece haber contribuido mucho más al nerviosismo que a serenar a los inversores porque la clausura del parqué añade confusión en la medida en que supone suspender la acción de las fuerzas de la oferta y la demanda y, en consecuencia, resta información al mercado.

La otra decisión anunciada supone prolongar la restricción -aunque más atenuada- de la venta de títulos por los accionistas con participaciones superiores al 5% y a los consejeros y directivos de empresas cotizadas. Esta prohibición, junto con las inyecciones del sector público, pararon el desplome de la burbuja bursátil china en agosto. Ahora iba a vencer la prohibición de venta (que afecta a participaciones por un valor aproximado de unos 176.300 millones de euros) y esto pudo haber acrecentado el miedo a una fuerte salida de papel retenido desde agosto, con lo que muchos inversores habrían deshecho posiciones para anticiparse a la caída y precipitaron el escenario temido. La Comisión Reguladora del Mercado de Valores de China (CRMV) decidió ayer prorrogar las cortapisas: la prohibición absoluta se cambia desde hoy por una restricción que impide a los agentes concernidos vender más del 1% de una sociedad por trimestre e impone la obligación de comunicarlo quince días antes.

Con todo, tras la nueva crisis bursátil china (en 2015 los parqués del país también se estrenaron con caídas del 7%, anticipando el derrumbe de julio y agosto) subyacen los problemas económicos del gigante asiático y segunda economía del mundo: desaceleración, cambio de modelo económico, acumulación de burbujas especulativas y la intensa salida de capitales por el menor crecimiento económico y las dudas sobre el país, así como por la subida de tipos en EEUU. Como se esperaba, Reino Unido anunció ayer que el país debe prepararse también para abandonar los niveles mínimos en los tipos de interés. Estos factores están también tras la depreciación del yuan, que ayer cotizó a 6,59 dólares, el menor nivel desde febrero de 2011.

A todo esto se suma el elevado grado de incertidumbre existente sobre China y su economía. "A diferencia de lo que ocurre en las economías avanzadas, en China nos falta información por la ausencia de indicadores macroeconómicos continuos", explica el catedrático de Economía Financiera Francisco González. "Es muy difícil saber si la ralentización y otros problemas estructurales son de gran calado o no. Y esta incertidumbre la están reflejando las Bolsas", afirma.