El petróleo siempre deja mancha. Da igual que sus precios escalen o se despeñen. El ministro de Economía, Luis de Guindos, afirmó el pasado lunes que el crecimiento del PIB de España aumentará medio punto adicional este año, hasta el 3,5%, si se mantiene el crudo en los actuales niveles, los más bajos desde 2004. Dos días después, la Bolsa española sufrió un desplome y los analistas lo vincularon, precisamente, a la caída del petróleo. ¿Lo que es bueno para el crecimiento de España no lo es para los inversores? La respuesta está, como casi siempre, en la globalización.

En una economía como la española, tan dependiente de las importaciones del crudo, la bajada del precio beneficia a consumidores y a la mayoría de empresas, que pagan menos por el combustible y liberan recursos para dinamizar la demanda interna. Según los cálculos del Gobierno, España se va a ahorrar entre 15.000 y 20.000 millones de euros en la balanza de pagos, pero a costa de la merma de ingresos de los países productores de crudo y no hay que olvidar que muchas empresas españolas tienen allí intereses económicos: en México, en Venezuela, en Brasil, en Ecuador, en Angola o en Emiratos Árabes, donde muchas constructoras encontraron refugio ante el desplome del ladrillo en España.

También hay que tener en cuenta que los países productores de petróleo han invertido durante los últimos años ingentes cantidades de dinero en España procedentes de la venta del oro negro. Numerosas empresas españolas están participadas por fondos de Kuwait, de Arabia Saudí, de Emiratos Árabes... que les ayudaron a salir de la crisis. Como ejemplo, uno sólo de esos emiratos, como es Qatar, tiene participaciones millonarias en empresas como Iberdrola, Inmobiliaria Colonial, El Corte Inglés, IAG (resultante de la fusión de Iberia y British Airways), el grupo Prisa, Hochtief (filial de ACS)... Si caen los ingresos del petróleo, aumentan las posibilidades de desinversión.

La Bolsa española tampoco es ajena a la caída de las cotizaciones de las grandes compañías energéticas ni a los efectos que sus achaques tienen para la industria y para las empresas de bienes de equipo que les han acompañado en su crecimiento. Y los bancos que financiaron sus operaciones también podrían verse afectados.

El petróleo barato es un ancla para la inflación y mientras no haya una previsión de subida la normalidad monetaria no regresará y los tipos de interés seguirán en mínimos, en situación de alerta ante la posibilidad de una nueva recaída en la crisis.

El gasóleo está por debajo del euro en las estaciones de servicio de toda España para regocijo de los conductores; la inflación está por los suelos, lo que compensa el bajo aumento salarial, y sin embargo el nivel de desconfianza de los inversores sigue por las nubes.