Si por algo se puede caracterizar la revolución que el mundo 2.0 ha supuesto para los modelos de negocio, ya sean innovadores o tradicionales, es por una mayor dificultad para lograr y mantener una ventaja competitiva duradera. Los consumidores disponen cada vez de más información y sus requerimientos para con sus marcas de preferencia son también mayores. Por otra parte, las empresas disponen de más información, no solo sobre los paradigmas de compra de los consumidores, sino también de las estrategias de sus competidores y los modelos de reacción.

En este nuevo escenario, la necesidad de transformación e innovación permanente de la empresa se presenta como básica para mantener la competitividad. Del mismo modo, esta transformación se debe acometer sin perder la esencia de la marca, esa visión y cultura corporativa que nos identifica y nos hace diferentes a nuestra competencia para los ojos de nuestros clientes.

Más del 90% de los fracasos empresariales se deben a una gestión incorrecta principalmente por una toma de decisiones inadecuada. Mantener una visión estratégica, ser capaz de pensar en más allá de lo que sucede hoy, es fundamental sobre todo para prever cuando van a sobrevenir cambios de paradigma que requieran de nuestra adaptación a una nueva realidad.

Identificar de manera clara dónde y cómo invertir en construir nuestra reputación es otro de los factores diferenciales, no solo en las grandes corporaciones, sino, y con mayor motivo, en las pequeñas y medianas empresas donde la eficiencia de la inversión está íntimamente ligada a la posibilidad de sobrevivir. Generar reputación, la reputación que nosotros queremos para nuestra empresa, es uno de los mayores logros para una compañía pues ser reconocido por unos atributos de marca diferenciales respecto a nuestros competidores, nos hará aparecer únicos ante nuestros potenciales compradores.

Ser capaces de planificar las necesidades financieras de la empresa, asignar adecuadamente los recursos disponibles y facilitar la reinversión de beneficios en los activos que suponen los verdaderos inductores de valor de nuestro sector, es clave para garantizar el crecimiento ordenado de la compañía. Entender los flujos económicos y financieros de nuestra actividad y la comprensión suficiente de la información de la que disponemos será la base sobre la que crear confianza a los diferentes actores tanto internos (accionistas, empleados, etc.) como externos (proveedores, clientes, etc.) en la solidez de nuestra gestión.

Por regla general, las personas con talento acostumbran a trabajar en aquellos proyectos empresariales que les supongan un reto profesional pero donde también se puedan sentir partícipes de la creación de una realidad apasionante en la cual su aportación resulte clave. Captar y retener talento es una de las mayores dificultades con las que se enfrentan las empresas: valorar las aportaciones de profesionales excepcionales y contribuir a generar un entorno en el cual puedan desarrollar todo su potencial, formar, en definitiva, equipos de alto rendimiento cohesionados se convierte en un elemento diferencial dentro de este nueva sociedad del conocimiento.

Gestionar adecuadamente estos pilares fundamentales de la estrategia de la empresa, considerando la imprescindible adaptación permanente al cambio, se convierte, por lo tanto, en el mayor activo que un Directivo puede aportar a una compañía y en su desarrollo debe enfrentarse con dos retos que marcarán el nivel de excelencia que nos posiciona como candidatos a los más altos logros profesionales:

Entender la empresa como un ente sistémico en el que todos sus elementos se encuentran íntimamente interrelacionados, de manera que cada modificación que introducimos con nuestras decisiones afecta al resto de elementos pudiendo provocar un efecto indeseado. Interiorizar esa visión de manera que nuestras decisiones contemplen el efecto de las mismas desde diferentes perspectivas, enriquecerá la eficiencia de las mismas y potenciará el crecimiento de la organización.

Esta es la visión que desde IFFE Business School tenemos de la evolución de los requerimientos que un directivo debe cubrir para satisfacer las necesidades del mercado empresarial del futuro, por lo que nuestro programa MBA se orienta a dotar no solo de las herramientas de análisis que todo gestor debe comprender y utilizar sino también a desarrollar las capacidades que le permiten tomar decisiones eficientes y creativas. Éstos serán, sin duda, los elementos diferenciadores que identifiquen a los líderes que gestionen las empresas del siglo XXI.