Carlo Ponzi ideó en los años veinte lo que Fórum Filatélico retomaría en España a finales de los noventa: los sellos milagrosos. No era exactamente el timo de la estampita, pero sí una estafa que consistía en abonar los intereses de los inversores más veteranos en la empresa con el dinero de los nuevos. El sistema piramidal se acabaría llamado Esquema Ponzi. Y un sistema piramidal es lo que, según el consejo de administración de Pescanova, se había utilizado en la multinacional pesquera bajo la batuta de Manuel Fernández de Sousa para tapar una "estructura de deuda excesiva e ineficiente".

Los pagos empezaron a financiarse "con más deuda, en un mecanismo que funcionaría de manera análoga a los sistemas piramidales". Es la primera vez que la empresa ataca con esta severidad a la antigua cúpula. En esta ocasión no aparece como causa la crisis bancaria -en la que se ha amparado Sousa- ni en cualquier otra circunstancia externa: los culpables del colapso de Pescanova estaban dentro de la casa. "El grupo -relata la documentación entregada a la CNMV- había venido realizando prácticas contables y de financiación irregulares", que incluso han impedido cuantificar con exactitud cuándo entró exactamente Pescanova en situación de insolvencia y a cuánto ascienden las pérdidas.

El "intenso" plan de inversiones, concentrado entre 2007 y 2010, elevó el inmovilizado en 830 millones con activos de larga maduración: un salmón tarda al menos quince meses en alcanzar un tamaño óptimo para la venta y los rodaballos otros 900 días. "Muchas sociedades modificaban sistemáticamente las ventas y márgenes" -el entrecomillado sigue siendo de la propia Pescanova- para captar financiación bancaria que, casi siempre, era a corto plazo, mucho más cara. Se pedían instrumentos de circulante para ir parcheando y costear inversiones a largo plazo. De nuevo, el sistema piramidal.

En febrero de 2013 "la dimensión del problema se hizo demasiado grande y Pescanova se vio en el límite de la incapacidad para atender necesidades operativas y ordinarias relevantes de su actividad, desencadenando con mucha rapidez la necesidad de solicitud de concurso". Un ejercicio de autocrítica del heredero de una empresa colosal para lo bueno y, como escarmiento, también para lo peor.

La deuda de 300 millones derivados de la activación del crédito supersenior ha elevado el pasivo del grupo de los 1.179 millones previstos a cierre de 2015 a los 1.339 millones, según la documentación remitida por Pescanova SA a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). En tanto la empresa no prevé ningún ingreso más que el dinero que le suministra la multinacional y los dividendos del grupo, el panorama a medio plazo se antoja complicado. "Estimamos que no será posible el reparto de dividendos hasta que se devuelva la totalidad de la deuda concursal", explica en la misma documentación.

Esto sitúa el reparto de dividendo no antes de 2030. La banca, actual socia mayoritaria de la firma, rentabilizará sus acciones con la venta, ya sea con la empresa (Nueva Pescanova SA) dentro o fuera de Bolsa. Entre los accionistas del holding están, además de los ya conocidos, sociedades como Jefferies, Morgan Stanley, Burlington Loan Management, Centerbridge o Auriga Investors. Entraron en el capital tras canjear deuda por acciones.