Primero despedimos a la bombilla incandescente y ahora ha llegado el momento de apagar los halógenos. Desde hoy los tipos menos eficientes dejarán de comercializarse, aunque podrán venderse hasta que se acaben las existencias, lo que según el sector pasará en seis meses.

Esta prohibición es el siguiente paso en las políticas europeas para mejorar la eficiencia energética, y es que según el presidente de la Fundación de Energía Sostenible, Benito Muros, las lámparas halógenas transmiten un 80% de calor y solo un 20% de luz.

Los halógenos suponen ya solo un 10% de las ventas del sector, en el que más de la mitad está ya copado por la tecnología LED, que permite ahorros en el consumo que pueden ser superiores al 80%. Otros dispositivos halógenos, como los que tiene apariencia de bombilla tradicional, podrán seguir comercializándose dos años más.

El director general de la Asociación Nacional de Fabricantes de Iluminación (ANFALUM), Alfredo Berges, señala que, teniendo en cuenta estas variables, a lo largo de la vida útil de una LED se ahorra de 115 a 120 euros por cada foco halógeno sustituido a lo que se suma el ahorro "muy importante" de emisiones de CO2.

El representante de los fabricantes ha subrayado que sustituir una lámpara halógena por una de tecnología LED supone un ahorro del 80 por ciento del consumo eléctrico.

Además, ha aclarado que "no hay que cambiar nada" en los casquillos de los focos halógenos normales, los que se instalan normalmente en viviendas o comercios, debido a que hay productos "perfectamente sustitivos" tras un largo desarrollo y adaptación por parte de la industria.

Por su parte, el portavoz de Amigos de la Tierra, Alejandro González, ha valorado como positiva la sustitución de este tipo de lámparas, pero cree que se trata de un "paso tímido y discreto" en la vía hacia la eficiencia energética y la producción sostenible.

A su juicio, es "positivo" que dejen de fabricarse pero advierte de que hay "poco margen" para la sustitución de estas luces ya que el uso del halógeno está muy extendido y "no son tan fáciles de sustituir" como otras bombillas. "El consumidor tiene poco margen de maniobra y además se les traslada totalmente el coste del cambio", ha criticado.

Mientras, desde la Asociación para el Reciclaje de la Iluminación (AMBILAMP), recuerdan la importancia no solo de sustituir sino de gestionar bien las viejas lámparas.

En total, en 2016 se han reciclado hasta finales de agosto un total de 1.642.839 lámparas y en 2015 se superaron los 26 millones entre bombillas de bajo consumo, fluorescentes y LEDs retrofit para su reciclaje. Además, AMBILAMP ha indicado a Europa Press que desde 2005 se han gestionado 145 millones de lámparas que han evitado la emisión a la atmósfera de 210.000 toneladas de CO2 a la atmósfera.

Beneficios para la sociedad

Por otro lado, el investigador del CSIC en el Instituto de Microelectrónica de Barcelona Xavier Perpiña, considera que los principales beneficios de este cambio están en el consumo y en el tiempo de vida.

Así, ha explicado a Europa Press que aunque el funcionamiento no es muy distinto a las incandescentes, el tipo de material que utiliza es diferente, ya que tienen un gas halógeno en su interior, principalmente yodo o bromo, que permite que el desgaste del filamento sea mucho menor.

También ha destacado el tiempo de vida, mayor que en el de las incandescentes, pero recuerda que todas ellas, independientemente de su tipo, generan residuos y, que, precisamente es por todo ello que la Unión Europea las prohíbe, por su consumo más elevado y los altos residuos que genera.

Entre las ventajas, se ha referido también a que contribuirá a un menor consumo energético, a aumentar el uso más eficiente de la energía y a reducir la generación de residuos.

Por el contrario, ha recordado que estas nuevas lámparas tienen un coste más elevado y que su proceso de reciclaje también conlleva un gasto que no se recupera en su totalidad. Si bien, no cree que el contenido que tiene de bromo o yodo sea lo suficientemente significativo como para contaminar en caso de una gestión inadecuada aunque no descarta que pudiera tener un impacto sobre el ozono.