Si prosperan sus planes, Nueva Pescanova facturará 1.500 millones de euros en 2020. Un objetivo ambicioso -es un 50% más que el año pasado, que cerró con un volumen de ventas de 1.084 millones- y ya conocido en la sede de Redondela (Pontevedra). En 2009 el grupo ingresaba 1.473 millones (es una cifra corregida por la auditora), pero contaba entonces con la aportación de activos que ya son historia como las filiales de Andalucía, Chile, Australia o Malvinas. El récord lo había logrado el equipo de Manuel Fernández de Sousa a golpe de chequera; ahora, en el de Ignacio González, primarán los talonarios de descuento.

El plan estratégico 2016-2020 exprimirá al máximo la capacidad actual del grupo, tanto la de producción como la derivada de su integración vertical. Fabricará más, gastará menos y colocará sus productos en nuevos mercados. Para el consejero delegado de la multinacional, Ignacio González, que ayer desgranó a su equipo las claves del plan, los centros de producción no están al 100% de capacidad y están en disposición de atender a una mayor demanda sin contratar a más trabajadores ni ampliar las instalaciones.

"Las plantas pueden absorber este crecimiento". Para llenar las factorías de materia prima el grupo deberá elevar su dependencia de terceros, lo que implicará un mayor gasto. En noviembre y diciembre de 2015 Nueva Pescanova gastó casi 141 millones en aprovisionamientos, y facturó menos de 190 por la venta de productos. Esos 50 millones limpios arrojan un margen muy escaso de rentabilidad, de ahí la decisión de concentrar las compras o dotar de valor añadido a productos como el langostino.

La meta para 2020 es alcanzar un Ebitda de 139 millones, lo que obligará a la compañía a vender un 8% más cada ejercicio. A los mercados ya conquistados como España, Italia, Francia y Portugal, Nueva Pescanova quiere sumar a Estados Unidos. Allí el consumo de productos pesqueros crece a un ritmo anual del 4%, es el cuarto país que más pescado importa, y un mercado que la competencia ha explorado durante su crisis.