El despido de los 169 trabajadores que ahora mismo tiene en nómina Caramelo será el tercero y definitivo que viva una plantilla entre quienes todavía hay mujeres con varias décadas de experiencia a sus espaldas. Es el fin de una firma que empezó a ir mal en cuanto uno de sus fundadores, José Antonio Caramelo, falleció y dejó sus acciones en manos de sus hijos. Las diferencias entre ellos, los Gestal y Javier Cañás -hoy propietario de Etiem y al que muchos trabajadores reconocen como el alma máter de la firma- precipitaron la salida de este último. Los accionistas intentaron profesionalizar la gestión de una firma familiar y todos los equipos directivos que pasaron por ella fracasaron estrepitosamente.

La compañía decidió comprar Antonio Pernas en 2005 y convertirse así en un grupo. Caramelo ya estaba presente en 27 países pero a través de tiendas multimarca y así ganaba puntos de venta propios. Dos años después necesitaban ser rescatados por la Xunta y Jove. Cuando Manuel Jove se hizo con el control accionarial de Caramelo, en noviembre de 2008, se encontró incluso con una contabilidad paralela con mucha tradición en la firma y excesos a los que los trabajadores asistían atónitos. Pronto planteó la necesidad de un ajuste, que se ejecutó al año siguiente, con la salida de 237 empleados y la deslocalización de producción a China, otra decisión que se demostró nefasta. Ya entonces, la plantilla más experimentada auguraba que Jove cerraría la firma. Inveravante intentó reconducir la situación en 2013, con el retorno de la producción a Europa, cierres, la eliminación de los negocios internacional y multimarca y otro ERE para 180 empleados. El plan, era reducir capacidad con un concurso de acreedores para lograr un equilibrio financiero en 2015 y consolidarse este año. Pero tampoco funcionó.