La multinacional Ferroglobe, a la que desde 2015 pertenece Ferroatlántica, sorprendió a sus trabajadores, al sector de la energía y al forestal gallego cuando a mediados de diciembre anunció la construcción de una fábrica de carbón vegetal en Galicia dentro del plan industrial que pretende desarrollar sólo si consigue permiso de la Xunta para vender las centrales hidroeléctricas que explota en los ríos de Cee y Dumbría. La instalación, que ocuparía 10.000 metros cuadrados, albergaría catorce hornos que quemarían 63.000 toneladas de madera al año para producir 15.000 toneladas de carbón vegetal y absorbería una inversión de 9 millones de euros. La producción se destinaría íntegramente al proceso de fabricación del silicio solar en Sabón (Arteixo), el otro gran proyecto de ese plan industrial condicionado.

Ferroglobe ya tiene una fábrica de silicio que alberga además una factoría de carbón vegetal similar a la proyectada en Galicia en China. De hecho, cuando presentó su proyecto aquí acompañó la información con una imagen del complejo, situado en Mangshi (O Mang City), en la provincia china de Yunnan. Pero esa factoría, construida en el interior del país está fuera de servicio al menos desde el verano pasado, tal y como confirmaron fuentes de la multinacional. Fuentes de la plantilla aseguran que el grupo destinó una gran inversión al complejo ahora parado.

Ferroatlántica atribuye el parón del complejo chino a las circunstancias del mercado asiático actual, un paradigma "complejo" en el que resulta complicado competir y no tanto a la falta de rentabilidad, pero expertos en el sector cuestionan la viabilidad de una planta de estas características en Galicia, que recibe carbón mineral en barco a la mitad de precio de lo que costaría producir la tonelada de carbón vegetal. El mineral es mucho menos contaminante, pero de momento más barato para el uso que pretende darle la multinacional de ferroaleaciones.

Galicia de hecho ya cuenta con una fábrica de carbón vegetal "ecológico" en A Estrada, Probinor, que abrió sus puertas en 2015 con doce trabajadores, pero con una producción muy inferior. Aunque abastece a la industria química además de a su primer mercado objetivo -doméstico-, la firma cuenta con ocho hornos que queman especies de crecimiento rápido, frente a los catorce que prevé Ferroatlántica y con los que pretende quemar 63.000 toneladas al año. El grupo ecologista Arco Iris, criticó el proyecto porque considera que incentivaría aún más la plantación de especies como el eucalipto o la acacia en Galicia. Argumenta que las ocho plantas de biomasa con una potencia de 10 megavatios (MW) que la Xunta proyecta en Galicia necesitarían consumir un millón de toneladas de madera al año. Y el Gobierno gallego acaba de eliminar la limitación de potencia a esos 10 MW, lo que de ejecutarse, disparará la quema de madera.

Ferroatlántica sin embargo defiende su proyecto, que desvincula del actualmente parado en China porque su producción se destinaría a la fábrica de silicio solar y emplearía un sistema para neutralizar las emisiones, al usar el calor generado por la instalación para el proceso de secado de la madera.

La plantilla de Ferroatlántica cuestiona sin embargo la viabilidad y rentabilidad de este proyecto con el que la compañía esperaba generar inicialmente 96 empleos que finalmente redujo a 20 directos -el resto serían de servicios complementarios; es decir, indirectos-. El comité de empresa de Cee y Dumbría alega que la firma tiene un largo historial de promesas incumplidas en Galicia, como el horno 23 la factoría, que empezó a construirse en 2000 y la firma ha vuelto a prometer esta semana que se finalizará con cargo al plan industrial. "Es el plan de desmantelamiento industrial de Cee y Dumbría y de lo demás no existen garantías. No vamos a negociar ningún plan que pase por vender las centrales", insiste su portavoz, Alfonso Mouzo.