El contexto del juego que se propone es el siguiente: la deuda pública de España es de 1,138 billones de euros y equivale a más del 100% del PIB y a 24.500 euros por cada español. Tal endeudamiento está conectado con el déficit de las administraciones. Cuando los ingresos públicos son insuficientes para pagar los gastos el desfase hay que financiarlo con dinero prestado. Esta deuda -fruto de la desmesura de lo público, según los liberales, y retrato del fracaso de las políticas de austeridad para la izquierda- es una de las mayores vulnerabilidades de España: por cada punto que suban los tipos de interés -y subirán antes o después- la factura de los costes financieros superará los 10.000 euros al año.

El juego consiste en proponer qué se hace con la deuda, optando por alguna de las siguientes alternativas y superando también sus pruebas correspondientes.

Opción uno: las autonomías, donde la deuda crece con más ímpetu (el 4,6% interanual), son unas manirrotas. Elija el lector dónde recortar considerando que: más del 65% del dinero se dedica a sanidad, educación y protección social, y el resto, a inversión, apoyo a la actividad económica, vivienda y al pago de la propia deuda. Del total, casi el 40% son gastos de personal. Y se advierte de que puede ser tentador dejar sin salario a los políticos y los cargos de alta dirección, pero resuelve poco: en algunas autonomías supone el 0,5% del presupuesto.

Opción dos: el mal está en la Administración central, que acumula más de 970.000 millones de débitos. El mayor déficit del Estado es el de la Seguridad Social. Las cotizaciones sociales no llegan para pagar las pensiones ni con el PIB creciendo al 3%. Elíjase entre varias posibilidades: elevar las cotizaciones -decida si se penaliza a los empresarios o a los empleados-, crear empleo de más calidad para elevar los ingresos -hay que explicar cómo, claro- o reducir más la generosidad de las pensiones, camino de una época de pérdida de poder adquisitivo -a ver quién se atreve-.

Opción tres: subir los impuestos. También hay que decir cómo. La respuesta "a los ricos" no puntúa por imprecisa. Si se contesta "acabando con el fraude" la respuesta sólo será válida si el jugador no ha pedido o aceptado nunca que le quiten el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) de algo.

Opción cuatro: dejar de pagar la deuda o pedir una quita a los prestamistas. Hay que determinar quién nos va a prestar dinero a partir de entonces. La respuesta "el BCE" no vale, porque de forma solapada ya lo está haciendo.

Ante cualquier elección téngase en cuenta que, al contrario de lo que decía Margaret Thatcher y repetía Rajoy, las cuentas de un país no funcionan como las de un hogar. Si el ama/amo de casa recorta gastos por no llegar a fin de mes, a su marido/esposa no le bajan el sueldo ni lo despiden, ni la familia pierde ingresos tributarios porque la demanda interna se deprima. "El todo es mayor que la suma de las partes" (Aristóteles).