El Plan Estratéxico diseñado por la Xunta para cambiar el modelo económico de Galicia y sentar las bases de un crecimiento sólido a partir de 2020 reconoce que una de las necesidades a las que se enfrenta el país es "la adaptación de las personas trabajadoras a las necesidades del mercado laboral", además de mejorar las condiciones de la contratación "para garantizar su mantenimiento" y "permitir la progresión profesional". En el mismo documento, la Xunta asegura que dos de sus fortalezas para conseguirlo son la "puesta en valor" que se ha hecho por la Formación Profesional y la "eficiencia" del sistema público de enseñanza, "con una red de centros que permite disponer de este servicio básico en proximidad al domicilio familiar". Las demandas de las empresas evidencian, sin embargo, que el desajuste entre la oferta y la demanda en el mercado laboral autonómico están lejos de corregirse. Y eso lo dicen también los propios trabajadores. El 41,7% de los jóvenes gallegos que están ocupados considera que su nivel de formación, por muy alto que sea, sirve "muy poco" o "nada" para enfrentarse a las demandas de su puesto actual.

En 2016, en Galicia había 231.000 personas de entre 16 y 34 que estaban ocupados, según el informe de juventud y mercado laboral publicado recientemente por el Instituto Galego de Estatística. Pues bien, de ese total, 88.000 (37,9%) sí cree que sus estudios ayudaron "en gran medida". Otros 41.300 (17,8%) estiman que únicamente "hasta cierto punto". "Muy poco", opinan 36.600 (15,8%); y "nada" unos 60.200 (26%).

El porcentaje de los jóvenes que lamentan un tipo de formación poco apto con su ocupación sube hasta casi el 45% en el caso de los que trabajan en la industria. En el sector servicios rondan el 40%.

Son pocos los que compatibilizan estudios y trabajo. No llega ni a uno de cada cuatro y solo 71.800 (15%) fue con un empleo remunerado. Otros 43.500 jóvenes también estuvieron ocupados en algún momento de su formación, pero sin recibir contraprestación alguna. Para 48.400 no quedaba otro remedio porque ese trabajo formaba parte de su plan de estudios.

De los jóvenes no ocupados, 121.900 estarían dispuestos a cambiar de ciudad para trabajar -hasta al extranjero, 74.400-, frente a los 92.100 que no.