Un empresario conservador, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, la gran potencia capitalista y tradicional defensora del orden liberal, se ha erigido en adalid del proteccionismo, la antiglobalización y el bilateralismo, y el mayor dirigente comunista del planeta, el chino Xi Jinping, abandera la causa del comercio libre, el multilateralismo y la apertura de los mercados: lo hizo en enero del año pasado en la cumbre de Davos y lo repitió en noviembre en el Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) en Vietnam. En el Reino Unido -en plena negociación en las últimas semanas de su abandono de la Unión Europea- las posiciones pro y antieuropeístas más beligerantes han transitado durante los últimos sesenta años desde el campo laborista al conservador y viceversa, en un canje e intercambio permanente de discursos. Y los republicanos de EEUU -retóricos defensores del equilibrio presupuestario- dieron el visto bueno a mediados de diciembre a una rebaja fiscal que, según las estimaciones académicas, agravará el déficit público del país en 1,5 billones de dólares en la próxima década.

El trasiego de ideas y posiciones entre corrientes ideológicas y doctrinas económicas no son hechos aislados, sino una constante histórica. En ocasiones, responden a estrategias oportunistas de carácter coyuntural y electoralista, pero en muchos más casos la transitoriedad en las convicciones y los análisis responde a cambios en las posiciones de interés y a alteraciones en las condiciones de la realidad material, las fuentes de riqueza o la correlación de fuerzas, lo que conlleva la mutación de las ideologías y las escuelas de pensamiento que dan sustento y amparo a los grupos alineados con ellas.

Al economista John Maynard Keynes, acusado de mudar de propuestas, se le atribuye esta respuesta tajante: "Cuando los hechos cambian, yo modifico mi opinión. ¿Y usted qué hace?".

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EProteccionismo. El Partido Republicano de EEUU fue proteccionista en el primer tercio del siglo XX, y el demócrata, librecambista hasta que ambos intercambiaron sus tesis avanzada la centuria. El presidente Ronald Reagan, que fue demócrata antes que republicano, lo atribuyó a la modificación de los intereses de las clases sociales en las que tenían su principal soporte ambos partidos: el Republicano, en los industriales y financieros; y el Demócrata, en los sindicatos y los trabajadores. Reagan se erigió desde la Casa Blanca en heraldo del libre comercio pero, cuando esto le perjudicó, amenazó a la industria japonesa de automoción con aranceles al más viejo estilo proteccionista. Los Gobiernos norteamericanos conciliaron la defensa de la globalización con elevadas subvenciones a sus sectores agrarios. Y tras haber sido la gran potencia impulsora de la integración financiera y comercial, las últimas elecciones presidenciales se dirimieron entre candidatos que, con mayor o menor énfasis, se comprometían a revisar los tratados comerciales ya firmados o en negociación. El socialdemócrata alemán Sigmar Gabriel, fue uno de los que alertaron de los riesgos de esta involución en el proceso mundializador.

Keynes, que se opuso a la "falacia proteccionista", también apoyó esta opción excepcionalmente en 1931, en plena Gran Depresión y cuando Reino Unido aún no había abandonado el patrón-oro, que impedía las devaluaciones monetarias y sólo dejaba la opción de depauperar salarios para ganar competitividad.

EDéficit. La identificación de los déficits públicos con las políticas progresistas y la atribución de los equilibrios presupuestarios a las opciones conservadoras y liberales son analogías muchas veces erradas, como evidencia la reciente tradición estadounidense. Los liberalconservadores Reagan y los dos George Bush (padre e hijo) dejaron tras de sí enormes déficits y ahora la reforma fiscal de Trump apunta en el mismo sentido. Fueron los demócratas como Bill Clinton los que tuvieron que restaurar el equilibrio presupuestario, que luego laminaron los republicanos. Alan Greenspan, republicano, dijo que el gran debate durante la era Clinton había sido qué hacer con el superávit presupuestario que fue capaz de generar su administración, mientras que el derechista Dick Cheney hizo famosa la sentencia (poco antes de convertirse en vicepresidente de Bush hijo) según la cual "Reagan demostró que el déficit no importa".

Reagan no sólo incurrió en un gran déficit presupuestario. El superávit exterior que dejó el demócrata Jimmy Carter lo convirtió en un magno déficit por cuenta corriente. Y Estados Unidos, hasta entonces el gran acreedor mundial, pasó a ser la gran potencia deudora del planeta.

El mestizaje de las ideologías y la mimetización con las circunstancias han sido crónicos. Si en 1971 el conservador Richard Nixon proclamó "Ahora todos somos keynesianos", el triunfo arrollador de la revolución neoliberal a partir de 1979 llevó a la socialdemocracia a optar por la Tercera Vía y a desdibujar sus preceptos asumiendo tesis de la derecha.

EDeuda. El reinado doctrinal del keynesianismo, partidario de recurrir al gasto e inversión públicos como política de estímulo (tesis abrazada por otras corrientes, caso de los liberales británicos en 1929), fue compatible con un descenso generalizado de la deuda estatal en el mundo avanzado tras el esfuerzo de gasto en la II Guerra Mundial, mientras que la lógica neoconservadora y neoliberal, teóricamente opuesta, convivió con un crecimiento casi constante de los débitos soberanos en los decenios posteriores a la crisis de los 70, vinculado en algunos países (caso de EEUU) al doble juego de reducciones fiscales y aumento del gasto (sobre todo militar) en lo que se denominó "keynesianismo de derechas". Trump aspira a retomar ahora esta senda después de que los republicanos se hubiesen opuesto a las políticas de estímulo del demócrata Barack Obama contra la crisis. Martin Feldstsein, profesor de Harvard, acaba de escribir sobre los planes de Trump: "A mi no me gustan los déficits presupuestarios y desde hace mucho tiempo vengo advirtiendo sobre sus efectos peligrosos" pero "deberíamos celebrar los efectos de estímulo del déficit fiscal".

EDesequilibrios. Las doctrinas suelen ser expresión argumental de intereses materiales, y las alteraciones absolutas o relativas en las posiciones desencadenan cambios de discurso y de mentalidad. En la Conferencia de Bretton Woods, en 1944, que sentó las bases del nuevo orden económico posbélico, Reino Unido, con déficit exterior, pretendía que la corrección de los desequilibrios externos los asumieran los países con superávit por cuenta corriente pero Estados Unidos, que se encontraba entre éstos últimos, exigió que lo hiciesen los deficitarios. EEUU pasó a defender la posición contraria en 1971, con el fin del patrón oro-dólar, cuando su situación en ese momento era de déficit con el resto del mundo. Desde entonces exige reducciones de sus excedentes externos a Alemania, Japón y China, y esta demanda la ha acrecentado Trump aún más.

Este mismo debate se reproduce en términos tanto de balanza de pagos como de saldo fiscal en el seno de la UE entre el Norte y el Sur. Y no siempre los bandos han coincidido con las tendencias partidistas. El socialdemócrata holandés Jeroen Dijsselbloem, presidente saliente del Eurogrupo, respaldó la tesis de la austeridad de los conservadores alemanes y de otros países centrales, y fue muy recriminado el 21 de marzo pasado por decir que los países del Sur gastan el dinero "en alcohol y mujeres" y luego reclaman ayuda. España protestó por esta expresión, injusta según el ministro Luis de Guindos, aunque sólo trece días después, el 3 de mayo, su compañero de gabinete Cristóbal Montoro proclamó la misma tesis: "Venimos de un borrachera de gasto y ya quieren ir de copas para celebrarlo".

El rechazo de Alemania y su canciller Angela Merkel a condonar deuda a los países meridionales durante la crisis soberana fue reprobado en países como España, pero las propuestas realizadas en diciembre de 2014, enero de 2015 y el pasado noviembre en España para condonar o aliviar débitos a las comunidades más endeudadas tuvo el rechazo radical del resto de las autonomías (de izquierda y derecha), que enarbolaron tesis iguales a las de Merkel.

Otro tanto ocurrió en materia de disciplina europea. El 2 de marzo de 2012 Mariano Rajoy invocó el principio de soberanía nacional para intentar zafarse de los objetivos de déficit impuestos por la Comisión Europea, pero en febrero de 2015 el presidente español arremetió contra Grecia y Syriza por pretender lo mismo.

EEstabilidad presupuestaria. La regla de la estabilidad presupuestaria, hoy identificada con los conservadores y que ha sido criticada por la izquierda, fue introducida en Suecia por los socialdemócratas en 1934 como garantía de sostenibilidad del Estado de bienestar a partir de las tesis del economista Karl Gunnar Myrdal, y tuvo continuadores como Göran Persson, primer ministro socialdemócrata entre 1996 y 2006.

ERenta mínima. La renta básica, que postula la izquierda, fue defendida en el pasado, o cuando menos aceptada, por economistas tan alejados de esas posiciones como Friedrich Hayek (Escuela Austriaca) y Milton Friedman (Escuela de Chicago). El matrimonio Milton y Rose Friedman fue muy crítico con las "puertas giratorias", un planteamiento que ahora es una de las señas de identidad de la autodenominada izquierda alternativa.

EIntervencionismo. El intervencionismo se asocia con la izquierda pero la independencia del Banco de Inglaterra no fue posible con la liberal Margaret Thatcher, que se resistió a perder el control de la política monetaria, y hubo que esperar al triunfo en 1997 del laborista Tony Blair. En EEUU los demócratas toleraron presidentes republicanos en la Reserva Federal, caso de Alan Greenspan, quien admitió que sus correligionarios, como Bush padre, hicieron más injerencias en la Fed que demócratas como Clinton. Ahora Trump no permitió que Janet Yellen repitiese mandato, como es tradición. "Es eficaz pero no es republicana", dijo el 5 de mayo de 2016 a la CNBC.

En la última crisis también se constató que la intervención pública de la economía no tiene adscripción ideológica. George W. Bush nacionalizó empresas y bancos: "He abandonado los principios de libre mercado para salvar al libre mercado", dijo el 16 de diciembre de 2008. Rajoy prometió hasta diciembre de 2011 que no destinaría dinero público a la banca, pero a comienzos de 2012 hizo lo contrario y pidió un rescate internacional para poder salvar a entidades financieras. En Grecia, el izquierdista Syriza postuló "el rescate de las personas, no de los bancos", pero en la madrugada del 13 de julio de 2015 claudicó a un tercer programa de austeridad para que la UE evitara el desplome del sistema financiero heleno.