El déjà vu se hace eterno en la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG). De nuevo sin presidente, de nuevo sin llegar al año de legislatura, otra vez partida en pedazos. El coruñés Antón Arias Díaz-Eimil presentó ayer su renuncia al cargo de patrón en un comité ejecutivo desangelado en el que constató que había perdido su última muleta: Antonio Fontenla. El eterno líder de la confederación de A Coruña (lleva desde el 2000 al frente) se abstuvo en la primera asamblea general de Arias y había mantenido su defensa numantina de un cambio estatutario para el que no había consenso ni opciones de sacarlo adelante. Sin el respaldo de Lugo -su líder, Jaime López, se vio forzado dejar la secretaría general de la CEG-, Arias se quedó solo.

La dimisión deja la organización en el mismo escenario de hace un año: en manos de una junta de vicepresidentes (formada por los mandatarios de cada patronal provincial) que lleva años sin ponerse de acuerdo. De hecho, la proclamación de Arias en la CEG fue inesperada. Los líderes de las patronales del sur aseguraron en su día que los cuatro presidentes provinciales se habían comprometido a no presentar ningún candidato sin el apoyo de todos los demás, pero que Fontenla -que no reconoció el pacto- obvió el acuerdo y Arias entregó su candidatura a diez minutos de expirar el plazo para hacerlo. "Se debería haber respetado el cambio democrático, pero la oposición ya fue oposición desde el principio", lamentó ayer el sucesor de Dieter Moure y José Manuel Fernández Alvariño. El primero tampoco llegó al año de mandato y el vigués se vio forzado convocar elecciones.

Antón Arias aseguró ayer a los medios que su dimisión obedecía a la imposibilidad de consumar su proyecto, que tenía dos patas: la estabilidad económica (la logró con una hipoteca de 1,2 millones) y la reforma estatutaria "paliar la situación de confrontación de los últimos años". "Ya sabíamos que [la reforma] era compleja porque se requiere el apoyo del 75% de los votos para aprobarla", explicó sobre un documento en el que se laminaba la presencia de las organizaciones sectoriales en los órganos de gobierno. Se ganó su antipatía, que ya profesaban por él las patronales de Pontevedra y Ourense.

Arias negó ayer haber perdido los respaldos de Lugo y A Coruña, algo que no comparten fuentes internas de la CEG. Los lucenses ni siquiera acudieron a la última asamblea; Fontenla, que habitualmente lleva en mano 40 delegaciones de voto a las juntas, se presentó con ocho. Y se abstuvo. "Había una documentación sobre el exsecretario general [por Fausto Santamarina, que se fue con una indemnización de casi 300.000 euros] que le acabaría salpicando", indicó ayer un miembro de la junta directiva. "Si tenía tanto apoyo de todos, ¿por qué no pudo cambiar los estatutos? Lugo ya no mandó a nadie al comité de diciembre", expuso otro empresario, que asegura que la buena sintonía entre López y Fontenla se ha dinamitado.

"No quiero ser un obstáculo. Con mi dimisión a ver si producimos una catarsis y tomamos medidas para no volver a golpearnos con la misma piedra. A ver si se puede consolidar un poco el proyecto, si no hubiera tanto peso del interés personal...", deslizó. Si se hace, ya será sin el patrón que pidió una consulta "pactada" en Cataluña y clamó contra la reforma laboral del PP.