La abrupta corrección de las Bolsas evidencia el vértigo de los inversores tras nueve años de revalorización bursátil en EEUU (el segundo periodo alcista más dilatado de la historia de Wall Street) y doce meses de aceleración rauda en el derribo de sucesivos récords de cotización. El mal de altura era inevitable.

También expresa la enorme sensibilidad de los parqués a los cambios en las inauditas condiciones monetarias ultraexpansivas vigentes. Muchos analistas rechazan que el meteórico comportamiento de las Bolsas obedezca a una burbuja especulativa y desautorizan el pánico. El raudo comportamiento de los mercados de valores estaría justificado por los fundamentos de una economía robusta, que crece con vigor y que desde 2017 lo hace en todas las grandes áreas económicas. Se omite, no obstante, que esta bonanza está apoyada en unas condiciones de intervención de la economía por el sector público a través de los bancos centrales sin precedentes, con un estímulo monetario masivo (solo incipientemente en retroceso en EEUU), una pérdida de la percepción de riesgo y un volumen mundial de deuda en récord histórico y además al alza.

Estas circunstancias no podrán eternizarse y, al menor atisbo de duda, el dinero saldrá en tropel de los mercados a la búsqueda de refugios hundiendo las cotizaciones. El desplome de estos dos días lo precipitó el viernes el dato de empleo y alza salarial de EEUU, lo que hace presagiar repuntes inflacionarios y, en consecuencia, una aceleración de la subida de tipos oficiales de interés. Un incremento de estas tasas tenderá a frenar la economía, encarecerá los costes financieros de las compañías y restará renta disponible a los consumidores endeudados. Todo ello contraerá los resultados empresariales. El alza rauda de tipos hará a su vez más atractiva la renta fija en detrimento de la variable.

El dato salarial del viernes actuó sobre un terreno abonado por el miedo. Y no por el lento incremento de tipos de la Reserva Federal, sino porque desde hace semanas los tipos de interés de los bonos (que los determina el mercado) están subiendo porque los inversores en renta fija presagian un escenario inflacionario superior al descontado, lo que también arrastraría al banco central a endurecer su política monetaria. Detrás de esta previsión está la política de Donald Trump, toda la cual (proteccionismo, rebaja fiscal, guerra de divisas, plan de inversión pública...) es inflacionaria.