Los fondos de inversión han ganado peso como alternativa a los depósitos desde que el Banco de España recomendó a la banca española limitar la remuneración a los segundos, que han sido tradicionalmente la opción indicada para los pequeños ahorradores. La gran ventaja del depósito es su seguridad: el cliente le presta dinero al banco y tanto el plazo como el interés están claros. No hay riesgo y lo peor que podría pasar es que quebrase el banco, en cuyo caso el Fondo de Garantía de Depósitos cubre hasta el límite de 100.000 euros por persona y entidad. En el caso de los fondos, el banco es un simple intermediario de forma que el cliente lo que hace es comprar participaciones en carteras compuestas por distintos activos (deuda, acciones...). De esa forma, la inversión se diversifica y las ganancias dependerán de cómo evolucionen en el mercado los activos que integran la cartera del fondo en cuestión. La participación se puede vender en cualquier momento, así que el plazo -a diferencia de los depósitos- es variable.

La oferta de fondos es muy amplia -unos 25.000 en el mercado-, con resultados muy dispares. A la hora de elegir uno, cada inversor debe definir qué riesgos está dispuesto a asumir y cuánto dinero busca ganar porque a mayor rentabilidad, lo normal es que vaya asociado un mayor riesgo. Los depósitos ofrecen rentabilidades seguras, pero en la última década, según los tipos de interés cayeron en picado, estas son mínimas.

La fiscalidad también marca diferencia, más favorable para los fondos de inversión. Por otro lado, el consumidor debe tener en cuenta las comisiones, más frecuentes en los fondos que en los depósitos.