Si hemos de creer al poeta y erudito local Miguel González Garcés antes de que la pequeña península atlántica se convirtiese en el amontonamiento urbano que vemos en esta fotografía, hubo allí dos castros, uno en Elviña y otro en lo que ahora se conoce como la Ciudad Vieja. El rastro del castro de Elviña todavía se puede documentar por los restos que sobrevivieron al paso del tiempo, pero el otro fue sepultado por las construcciones que formaron el núcleo primitivo de la población, incluidas dos preciosas iglesias románicas (una forma usual, y muy artística, de cristianizar la cultura castreña). Luego, llegaron hasta aquí los romanos en pos del estaño y del plomo (dos metales de importancia estratégica) y quedaron impresionados por la fuerza de un mar tenebroso que ellos identificaron como el fin del mundo. Y en ese confín construyeron la torre de un faro para ayudar a la navegación en aquellas aguas peligrosas. A partir de ese momento, o un poco después, la torre empezó a llamarse de Hércules porque la leyenda atribuye a ese semidiós griego haber derrotado y muerto a Gerión, un gigante de tres cabezas, en las proximidades del lugar donde ahora se alza el monumento. Concluida la pelea, Hércules le cortó las tres cabezas a Gerión y las enterró allí mismo. (En recuerdo de esa hazaña en el escudo de la ciudad figura una de esas tres calaveras junto con unas tibias cruzadas como en las banderas de los piratas). Pero como a la gente, fantasiosa por naturaleza, no le basta con los datos ciertos para interpretar el mundo, se forjó otra leyenda de la misma consistencia factual que la anterior y se atribuyó la construcción de la torre a Breogán, un supuesto jefe céltico que sería el fundador de Irlanda, una isla que conquistó y repobló con expedicionarios que se echaron al mar en lo que entonces no se llamaba todavía A Coruña. Poco a poco, la ciudad creció. Primero fue un recinto amurallado de estructura medieval, y luego (derribados en parte los muros), una moderna urbe bien trazada y atractiva que subsistió hasta la Guerra Civil (Torrente Ballester la alabó como uno de los más hermosos y originales conjuntos arquitectónicos de España). Pero a partir de ese momento, e iniciado el periodo que se conoce como "desarrollismo franquista" (poco dinero y poca cultura), el caos se apoderó del urbanismo. Se derribaron edificios hermosos, se permitieron todo tipo de alturas, se construyeron barrios horribles de calles estrechas sin árboles ni servicios, se alzaron rascacielos en zonas de densidad poblacional propias del tercer mundo, y se hicieron desaparecer extensos parques para convertirlos en solares edificables. En aquella locura, que todavía no ha cesado, algunos listos argumentaron que la Torre de Hércules era el primer antecedente de un nuevo y moderno urbanismo (torre de los Alféreces Provisionales, torre de los Maestros, torre Esmeralda etc., etc.). Como se ve en la foto, la propia Torre de Hércules corrió serio peligro de verse empujada al mar por el avance incontenible del cemento descontrolado. Afortunadamente, la Unesco la ha declarado patrimonio de la humanidad y, mal que bien, se respeta su amenazado entorno.