Para adentrarme en la Sagrada Familia trazo una ruta mental desde la avenida de Finisterre, donde me ha dejado un bus de la línea 6, hasta la parroquia de San Rosendo. La concurrida calle marca el límite entre el distrito 6 y el 4, en el que estoy a punto de entrar, y es testigo del continuo tránsito de gente que cruza de un lado para el otro sin percatarse de que pisa una frontera electoral. El mostrador de Otilia Cotelo Rumbo está decorado con claveles rosas que dan color a su impoluta carnicería en la calle Tornos. La vendedora se preocupa de tener siempre flores frescas porque le transmiten alegría y le sirven para olvidar que se ha quedado sola en la acera. "Estoy aislada porque todo alrededor está cerrado, no quedan negocios porque mantenerlos es muy complicado, hay que pagar muchos impuestos, asumir muchos gastos y tratar de vender", describe. Sus clientes de siempre, a los que cuida desde hace 35 años, le permiten mantener su negocio. A la hora de imaginarse qué Coruña quiere para el futuro Cotelo no es muy ambiciosa, le vale con que se mejore la limpieza de las calles. "Muchas veces tengo que baldear mi tramo y es una pena que no se cuiden más los barrios". No sabe si conseguirá su pequeño deseo en las municipales de mayo y, sobre todo, no sabe en quién confiar para conseguirlo porque no se siente identificada con ningún partido y cree que "todo el mundo está a robar".

Bajo por la calle de San Lucas y me encuentro a José Martínez en la puerta de su ultramarinos saludando a un vecino. El comercial va vestido con bata azul de trabajo y para hablar me invita a pasar a la tienda. La conversación transcurre con un mostrador en medio como si se sintiera más cómodo pensando que soy una cliente. Martínez sueña con "una ciudad con mucho trabajo, con muchas empresas que generen empleo para que se note en el pequeño comercio". Explica que "los barrios viven del obrero y si la gente de la calle no gana, no hay movimiento porque aquí el rico no viene a comprar". En los últimos cuatro años ha notado que las ventas de su negocio de casi cinco décadas de trayectoria se han reducido a la mitad; aguanta "quitando de un bolsillo para poner en otro" y echándole muchas horas y ganas. Irá a votar, sabe a quién, pero ve "imposible" conseguir en las urnas una ciudad con más estabilidad económica porque "la clase política no hace nada a favor del comercio minorista". "Ni los de derechas ni los de izquierdas se preocupan por nosotros".

Juan Ramos Ríez sale de la biblioteca municipal de la Sagrada Familia con dos libros infantiles en la mano que utilizará en uno de los talleres que desarrolla para niños con trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad en la asociación Anhida Coruña. Juan es del barrio y vive en el barrio. Utiliza la biblioteca desde los 8 años -tiene 31- y quiere que "las nuevas generaciones puedan crecer rodeadas de libros", que se mantengan los espacios para el deporte, que se conserven los comercios pequeños, que se aprovechen las nuevas tecnologías para cuidar las tradiciones y que más gente joven fije su residencia en las calles que tan cómodo le hacen sentir con "alquileres más asequibles y permisivos con los animales". Ramos tiene decidido su voto en un 90%, votará teniendo en cuenta las propuestas y no si le cae mejor o peor un candidato, pero es consciente de que las municipales no van a traer grandes cambios. "Necesitamos darnos cuenta de que lo que llevamos haciendo durante treinta años tal vez no sea bueno que se repita otros treinta años más; cuando cambiemos de mentalidad tal vez empezaremos a ver cosas nuevas y mejores", defiende.

De camino me topo con el centro cívico del barrio. Me pregunto: ¿entro o no entro después de las malas experiencias en los edificios municipales de Os Mallos y Eirís? Me prometí que lo haría, así que paso de dudas y entro. En ese momento no hay nadie en la recepción, camino hasta el pabellón cubierto que está al final de la primera planta y veo a un trabajador en una de las oficinas laterales. Le comento mi intención de hablar con los usuarios y me responde que claro, que pase sin problema, que en diez minutos acaba la clase de gimnasia y tal vez pueda conversar con las alumnas, y que mientras también puedo encontrar gente en la cafetería. El que habla es el gerente del edificio, ni se le ha pasado por la cabeza pedir permiso al gabinete de prensa del Ayuntamiento como hicieron otros y ve normal que sean los usuarios los que decidan si quieren o no hablar conmigo. No está todo perdido, todavía existen edificios públicos abiertos.

En la cafetería, Manuel Santos acompaña la lectura de un periódico con un café cortado. Se acerca al centro todos los días para ojear la prensa y es miembro de la coral. Cree que la ciudad ya cuenta con buenos servicios que sólo pueden mejorar si "la gente participa y se implica en las actividades". Narra que sus dos hijos se criaron en el centro cívico, que hace treinta años estaba lleno de niños y que ahora ve que ha perdido tirón. "En la actuaciones del coro no conseguimos llenar nunca el salón de actos y si las cosas que organizan no se usan, para qué van a hacer más. Es como si pides más buses para una línea cuando los que circulan van vacíos", argumenta. Santos ve que en las elecciones de mayo puede pasar algo parecido a lo que ya está sucediendo en su centro cívico: "Estamos desapegados, no creemos en nada ni en nadie, pero hay que participar y darle una oportunidad a los que dicen que quiere hacer algo nuevo". Con ilusión, confía en que las urnas traigan "gente con ideas más aperturistas y solidarias" y reconocer que el político que más le gusta es "el catalán porque tiene ideas nuevas y razonables", en alusión a Albert Rivera. Como el líder de Ciudadanos no se presenta en mayo, este jubilado de la fábrica de armas dice que apostará por alguien nuevo con la esperanza de que una cara nueva motive que los coruñeses se impliquen más con la ciudad.

Unas mesas más cerca de la barra, Carmen Martín toma algo mientras ojea un semanal. También acude a las instalaciones municipales para estar al tanto de la actualidad o, como le gusta pensar, para que nadie le lave el cerebro. En general está contenta con la ciudad pero cree que "en algunos barrios se necesita reforzar la seguridad, que se note más la presencia de los policías para evitar robos y pasear con más tranquilidad". Irá a votar porque, si no, después no se puede quejar y porque cree que se necesita un cambio. "Hay muchas familias pasándolo fatal y parece que nadie hace nada, hay mucha gente en paro, mucha desilusión y se necesita algo nuevo". Martín siente que existe mucho desafecto con "los políticos porque sólo salen a la calle en las elecciones". "Con todo lo que está pasando cada vez les tenemos más manía".

En la mesa de al lado, José Rodríguez Muñiz ha pasado de ojear la prensa a atender al noticias de un programa de televisión. A sus 82 años cree que lo que se necesita para el futuro es empleo y defiende que las elecciones no servirán para nada. "No voy a votar porque prometen muchas cosas pero después no hacen nada, los políticos solo miran por lo suyo y los nuevos van a acabar igual, todos son iguales, todos son casta", zanja con pocas palabras y sin apenas retirar la mirada de la tele.

Las reducidas dimensiones de la zona infantil de la plaza de la Sagrada Familia, cerca de la calle San Javier, permiten a Rosa Pérez Conde y Sandra Berés Amenedo vigilar sentadas la mañana de juegos de sus niños. No pierden detalle de los comentarios de los pequeños mientras reclaman más parques y que se mantengan en buen estado los pocos que quedan en el barrio. Ambas están en el paro y su día a día no les permite ser muy optimistas para el futuro. "Cuando llegas a los 40 olvídate de encontrar un trabajo porque nadie te quiere y ni la gente muy formada consigue empleo de lo suyo", relata Rosa. "Cada día es más difícil conseguir un puesto -cuenta Sandra- el último que tuve fue uno temporal de teleoperadora en verano y desde entonces nada". Comparten su falta de confianza en que las urnas les permitan mejorar su situación laboral. "Los partidos prometen muchas cosas -dice Rosa- sobre todo ahora que llegan las elecciones, pero después no hacen nada", a lo que Sandra añade que "una vez en el poder todos actúan de forma parecida, no hay cambios de unos partidos a otros". En mayo Rosa no irá a votar porque "nadie hará nada para que esto cambie", mientras que Sandra sí que se acercará a su colegio electoral para depositar un sobre en blanco porque es "una forma de decir que estoy desencantada, una manera de mostrar que votaría si encontrara a alguien que me convenciera". Cuando me despido, reconocen que sus charlas en el parque y la alegría de los niños les dan ánimos para seguir adelante.

En el extremo opuesto de la plaza, en un banco cercano a la calle de Nuestra Señora de Fátima, Perfecta Jiménez Jiménez cuida a dos de sus nietas y juntas se entretienen dando de comer pan duro a las palomas. Perfecta quiere "más ayudas para vivir mejor", ahora cobra 360 euros y como su pensión no contributiva no le llega para abonar sus facturas, pide en la calle. "No me da vergüenza porque así saco para la luz y el agua porque las asistentas sociales solo me pagan los recibos dos veces al año", explica. Jiménez no sabe si las municipales mejorarán su situación pero tiene claro que votará "a Rajoy, bueno al PP, para ver si me da algo y porque a los demás no los conozco".

El origen nigeriano de Aziz Lebaty Bright no le impide sentirse coruñés. Lleva nueve años aquí, está casado con una compatriota, tiene tres hijas de 7, 4 y 1 años y ansía un puesto de trabajo. "Hago muchas entrevistas, soy carpintero pero tengo cursos de cocinero, manipulador de alimentos y cajero, pero no consigo un empleo porque la mayoría de la gente no quiere los colores". Esta es la forma que elige Aziz para explicar que su raza limita sus opciones laborales. El joven está contento con el colegio de sus niñas, con su casero porque le trata como a un hijo y le encanta su barrio. Con una gran sonrisa reconocer que le gusta el Partido Popular, que respaldará al actual alcalde y que prefiere partidos tradicionales acostumbrados a gestionar los presupuestos antes que nuevas formaciones. "Podemos no es el salvador de España", sentencia.

Finalizo mi viaje por la Sagrada Familia con la sensación de haber estado en muchos barrios a la vez. En una mañana he hablado con comerciantes que luchan por no echar el cierre, un joven comprometido en fomentar la lectura entre los más pequeños, un jubilado con ganas de que la gente si implique más con la ciudad, personas que cobra la renta de integración social, una mujer que pide limosna, madres que comparten en el parque sus ganas de encontrar trabajo y un inmigrante que se siente coruñés. Los diez mundos en los que he estado esta mañana coinciden, sin embargo, en una cosa: ninguno cree que las próximas elecciones municipales, las que se supone que afectan más directamente a la vida de las personas, sirvan para mejorar, cambiar o darles algo nuevo.

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