En los años 80, cuando la Transición democrática trajo a la ciudadanía española una ola de esperanza e ilusión en la política que el ejercicio del poder desgastaría con los años, un alcalde se convirtió en arquetipo del buen gobernante. Se llamaba Tierno Galván, fue un atípico, amado y respetado alcalde de Madrid, pero todo el mundo lo conocía como el profesor. Tanto es así, que el éxito histórico este domingo de Manuela Carmena en la capital de España al frente de una candidatura ciudadana se fraguó apelando a su perdido espíritu.

Tierno fue un mandatario que dejó una impronta de ilustración en el ejercicio del mando, pero es recordado sobre todo por una integridad que no se casaba con nadie, ni siquiera con su propio partido. Fue desde su alcaldía uno de los máximos exponentes de la política con grandeza que se intenta recuperar en esta ola de regeneración democrática que ha marcado las elecciones del 24-M. Y su receta era muy simple: gobernar para la mayoría sin miedo a una minoría que siempre impone sus intereses.

La ciudad de A Coruña entró el pasado domingo en un nuevo año cero, en su segunda Transición municipal. De la mano también de un profesor, Xulio Ferreiro. Con la fuerza y el entusiasmo propios de los momentos únicos. No existe precedente en la reciente historia democrática de una irrupción tan fulgurante en la política coruñesa. Marea Atlántica, un movimiento ciudadano de resonancias más poéticas que partidistas, por algo procede del escritor Manuel Rivas, pasó en apenas unos meses de ser un incipiente círculo de entusiastas impulsores de una nueva manera de hacer política a ser el sorprendente depositario de la confianza de casi cuarenta mil coruñeses. Triunfó en las elecciones con una aceptación general confirmada por las estadísticas, al ganar en siete de los diez distritos de la urbe coruñesa. De la nada a la lista más votada en poco más de cien días. Sin gastarse una fortuna en campaña ni caer en la tentación de hacer huecas promesas de rey mago condenadas al olvido de un cajón.

La fórmula secreta de esta desbordante Marea de cambio en A Coruña se asemeja mucho a la del viejo profesor Tierno: honestidad, transparencia y un gobierno al servicio del 99% que no se arrugue ante el 1% convencido de que la ciudad es suya. Marea Atlántica es una nueva visión de la política, es ideología más allá de los partidos, pero para transformar esa energía en ilusión que cuaja en las urnas era necesaria una encarnadura. Un foco personal que ilumine el proyecto común. El crucial papel de dar la cara fue asumido por Xulio Ferreiro, un profesor de Derecho Procesal con siete libros de su autoría actualmente a la venta en Amazon que dejó una plaza de juez suplente en la Audiencia Provincial de Lugo para bajar a la arena de una política denostada.

Su rostro jovial, franco y aniñado ha conseguido inspirar confianza a una audiencia intergeneracional en la que jóvenes y mayores buscan recuperar el perdido relato de su vida. El de abuelos que se han sacrificado para que progresen sus hijos pero ven ahora con desesperación que para sus nietos no hay más esperanza que un resignado futuro low cost. A menudo, en las antípodas de su hogar. Su empatía en los actos electorales con la gente -la palabra más presente en su discurso- hace difícil imaginar a ese peligroso radical en el que le intentaron convertir algunos interesadamente durante la campaña. "Soy una persona normal, de un barrio normal, que ha ido a colegios normales y que ha tenido un relativo éxito profesional. Y eso casa mal para los que intentan desprestigiar a la Marea", decía días antes de que las urnas dictaran su verdad. Para añadir que ese es por añadidura el perfil de la mayoría de los candidatos de Marea Atlántica.

Xulio Ferreiro y su Marea llegan a la Alcaldía coruñesa ligeros de equipaje. Sin el pesado bagaje de compromisos de los políticos de largo recorrido. "No traigo nada en la mochila que no sea ilusión". Quizás el problema pudiera ser que cuando la ilusión llega tan alto, da vértigo. El profesor y próximo alcalde no muestra sin embargo síntomas de ello. Ganó pese a los incontables palos en las ruedas. Y eso da mucha confianza. En una ciudad donde los gobiernos pasan pero permanecen los mismos intereses inamovibles que han construido su fortuna a la sombra de una política municipal a la carta, llama a las puertas de María Pita un profesor cuyo lema es: "Primero las personas, después el cemento".