La Ley D'Hondt es un sistema electoral de cálculo proporcional que divide el número de votos emitidos para cada partido entre el número de cargos electos con los que cuenta cada circunscripción.

Lo que marca la Ley D'Hondt es que hay que dividir el número total de votos que ha recibido un partido por 1, 2, 3, 4 y 5, es decir, los cargos electos que se disputan en cada circunscripción. De todos los resultados obtenidos, los cinco diputados se asignan a las cinco cifras más altas, independientemente del partido que sean. Eso sí, para poder aspirar a obtener representación, hay que lograr un mínimo del 3% del total de los votos.

En caso de empate, el escaño se le otorga a la formación con mayor número de votos, aunque esa posibilidad es muy remota ya que las cifras no suelen ser redondas.

El número de diputados que se asignan a cada circunscripción también es proporcional según el número de habitantes. Por ejemplo, en las elecciones generales hay 350 diputados para 52 circunscripciones (las provincias españolas), con un mínimo de dos diputados por provincia (excepto en Ceuta y Melilla, que tienen uno).

El voto vale diferente en función del número de habitantes

Con este reparto, en Soria (la provincia menos poblada) votan por la elección de dos diputados mientras que en Madrid (la más poblada) lo hacen por 36. La consecuencia es que en Madrid, para lograr un diputado cada partido, se necesitan 128.287,5 votos, y en Soria sólo 38.685. Esto implica que en Soria el valor de un voto sea mucho mayor.

Este hecho provoca que si un partido tiene repartidos sus votos en varias circunscripciones, pueda obtener menos escaños que un partido con mucho apoyo en una sola provincia. Esto suele ocurrir entre un partido nacional como IU y otro autonómico como CiU.

En las últimas elecciones generales el número total de votos que obtuvo IU fue de 1.680.810, y el de CiU fue de 1.014.263. Sin embargo, CiU logró un total de 16 escaños en esas elecciones por los 11 de IU, que se quedó con cinco escaños menos teniendo medio millón de votos más.

Este reparto proporcional beneficia tanto a los grandes partidos políticos como a los partidos nacionalistas, aunque permite un acceso más sencillo a las formaciones más pequeñas. Lo contrario ocurre con otros sistemas de proporcionalidad como el directo (que utilizan por ejemplo EEUU y Reino Unido), en el que la fuerza más votada en cada circunscripción se lleva todos los escaños.