Está Mariano Rajoy dispuesto a renunciar a presidir un nuevo Gobierno del PP? Lo que resultaba impensable en plena campaña electoral acabará sobre la mesa como posible solución al bloqueo institucional que arrojan las urnas. El PSOE es el único partido que está en condiciones de romper la trabazón de tantas líneas rojas trazadas estos días. La pregunta es a cambio de qué. Y la cabeza de Rajoy resulta un trofeo con el que ni siquiera soñaban antes del recuento de votos.

El peor resultado histórico de los socialistas en unas elecciones generales los ha colocado, por paradójico que parezca, en una situación muy cómoda. Sólo en torno a ellos se puede vertebrar la oposición de la izquierda, que ahora está en condiciones de limar las aristas de algunas de las leyes más contestadas en los últimos años, sea la reforma laboral o la ley educativa, objetivos prioritarios para el PSOE, según lo escuchado en la campaña.

La práctica imposibilidad de armar una opción de Gobierno desde esa misma izquierda libera a los socialistas de la presión de dar un paso al frente si Rajoy fracasara en su legítimo primer intento de ser presidente. Esa liberación incluye eludir incómodas situaciones derivadas de la busca del apoyo estable de Podemos, un peaje que sectores del partido no están dispuestos a pagar, como ya quedó ayer en evidencia. La combinación desquiciada de afinidades y odios que rige las relaciones entre ambas formaciones tiene su cauce natural en un combinado de oposición que puede dar buenos réditos a la izquierda, sin necesidad de que sus dos fuerzas principales se desgasten en la fricción entre ellas. Y, pese a los trastornos digestivos que pueda ocasionar, quizá a los socialistas les siente bien la dieta de refuerzo ideológico que les impone la pujanza de Podemos.

Ciudadanos se puso ayer el traje institucional para sumarse al PP y pedir al PSOE que se abstenga en la investidura. Los socialistas dejan claro que votarán en contra de que Rajoy vuelva a ser presidente, postura coherente con las recriminaciones de Sánchez en el debate que mantuvieron hace poco más de una semana. Pese a ello, resulta probable que, ante la amenaza de repetir elecciones, los socialistas muestren su disposición a abstenerse para dejar paso a un Gobierno del PP presidido por alguien que no sea Rajoy. Salvarían así la responsabilidad institucional que se le supone a quien quiere seguir viéndose como alternativa de Gobierno y la exigencia de cambio que, según su lectura, se desprende de los resultados de las urnas.

La salida favorecería incluso a Ciudadanos, que quedaría en disposición de llegar a acuerdos estables con un PP renovado. E incluso los propios populares verían atenuado el sonrojo en el momento en que comience el juicio a su antiguo tesorero.

Algo insólito en nuestra democracia, que el ganador de las elecciones no encabece un Gobierno de su propio partido, puede resultar así la salida para que esta legislatura comience y llegue más allá de su ecuador.