Curtido en el cuerpo a cuerpo después de recorrerse los pueblos de Galicia con un banco a cuestas para escuchar las preocupaciones de la gente de a pie, al candidato del PP a la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, le tocó ayer lidiar con las preocupaciones de la gente de la calle. Un breve paseo por las calles de A Coruña le sirvió para sumergirse en la cara más amarga de la crisis. A su encuentro fueron sobre todo mayores quejándose de las bajas pensiones que recibían, del copago sanitario, de las listas de espera en la sanidad o de las multas de Hacienda por no declarar las prestaciones que cobran del extranjero.

Pero también se topó con algún ciudadano en paro o con empleo precario y varios autónomos con el agua al cuello. Fue a estos últimos a los que dirigió ayer su mensaje: "Galicia será el territorio de España donde más se proteja a este colectivo".

Y lanzó tres propuestas. Feijóo se comprometió a pedir al Gobierno central que le permita devolver a los autónomos el impuesto de hidrocarburos, el llamado céntimo sanitario, una medida que ahora solo beneficia a los transportistas. De esta manera, no soportarán ningún gravamen sobre los carburantes que necesiten para llenar el depósito de sus furgonetas y vehículos.

El líder del PP gallego quiere además mejorar las bonificaciones a este colectivo puestas en marcha por el Ejecutivo de Rajoy y así ampliará un año más la tarifa plana de 50 euros a la Seguridad Social, que en el conjunto del Estado solo dura seis meses.

La tercera medida que ayer lanzó el candidato popular fue la de financiar las cuotas a los autónomos con permisos de paternidad y maternidad durante 32 semanas, frente a las 16 que sufraga el Estado.

Y para vender su programa electoral en materia de autónomos lanzó un reto: si en otra comunidad se activa una medida mejor en apoyo de este colectivo, "Galicia igualará y mejorará esa propuesta".

Así se lo transmitió a representantes de los autónomos en un desayuno en A Coruña. Al terminar se lanzó a la calle donde recorrió a pie un pequeño trecho dispuesto a dejarse querer. Y ahí, acostumbrado al cara a cara, empezó a saludar: "¿Qué hay jefe?", "¿Qué tal campeón?". Se acercó a los niños, besó a señoras mayores y dio palmaditas en la espalda a todo el que se cruzaba -a alguno que pasaba por allí lo pilló incluso despistado y por sorpresa-. Y, por supuesto, recibió alguna felicitación por su paternidad.

Pero no todo fueron buenas palabras. Algunos más rebotados y otros menos plantearon sus quejas al presidente. A algunos los escuchó con interés, a otros los esquivó como pudo. "Eso no depende de mí. Es de la Seguridad Social", le dijo a un jubilado que con los ojos llorosos mostraba a Feijóo el documento donde le comunicaban la pensión que iba a recibir. "¿Le parece que un trabajador puede cobrar esta pensión?", le soltó.

Con otros dos mayores multados por no declarar sus pensiones del extranjero, tuvo más paciencia y les aconsejó que pidieran ayuda a la Atriga, pero viendo que no se conformaban con la explicación, les aclaró que la culpa es de "una ley socialista". Otro transeúnte jubilado le gritó: "Llevo un año esperando para operarme". Y una joven le contó que trabajaba solo a media jornada y que eso era empleo precario. "¿Media jornada? Ahí atrás me decía uno que no tenía trabajo", le respondió Feijóo.

Feijóo lleva la austeridad hasta en la cartera. Cuando un vendedor de la ONCE en A Coruña le pidió que le comprara un cupón, el líder del PP admitió que no llevaba dinero. Sus colaboradores le tuvieron que prestar algo de efectivo para comprar el boleto.