En un flashback a los primeros días de esta carrera hacia las autonómicas, el candidato socialista iniciaba los actos presentándose. Él mismo reconocía ayer que la campaña se inició con "perfil bajo" y, a medida que pasaban los días, iba "sumando apoyos" en la calle, en los encuentros, si bien se percibían ausencias en el seno del partido. Leiceaga jugó sus cartas, para diferenciarse de las demás opciones. Convirtió a Núñez Feijóo en su principal rival, no solo a él, sino a las políticas del PP, cargando contra la corrupción, los recortes y el cumplimiento del déficit. Por ello, educación, sanidad, bienestar y empleo fueron los protagonistas, cada día, durante el ir y venir de unas localidades a otras de Galicia.

Se ofreció como el único líder posible para liderar el cambio en el Ejecutivo autonómico, "moderado, serio", con los antecedentes de los gobiernos socialistas de Touriño y Laxe, que lo acompañaron también en esta campaña. Y con la baza de la "experiencia" marcaba terreno con respecto a En Marea, con la que compite, según las encuestas, por el segundo puesto. No obstante, no hubo desencuentros dialécticos entre las fuerzas de izquierda, al contrario, plantearon la campaña en términos similares: la política social. El panorama nacional tampoco le ayudó. Pedro Sánchez lo arropó gran parte de la campaña para insistir en su "no" a Rajoy, con mensaje en clave nacional y buscando paralelismos. Lo que pase en Galicia será fundamental para todos.

Contacto directo

A Leiceaga le gusta el contacto visual, mirar a los ojos al hablar, según dice él mismo. Y buscó ese contacto en actos sectoriales, como el de género, los viticultores o la visita a una batea con el sector mejillonero. También escuchó a ciudadanos a pie de calle. En total más de 7.000 kilómetros, de Lugo a Verín, de Valdeorras a Vigo, Pontevedra, Cerceda, Redondela, Tui o Vilagarcía, además de Lugo, Ourense o Monforte.