Dicen que basta con un ligero aleteo para provocar un huracán al otro lado de la tierra. Es lo que se conoce como efecto mariposa. Aunque el efecto Pontón no puede presumir de provocar alteraciones de tan grande envergadura, sí ha conseguido evitar el apocalipsis, al menos la anunciada por los evangelios de las encuestas, de la formación frentista.

Los dos escaños a los que los condenaba el CIS, los reducían a una fuerza residual en el Parlamento. Sin embargo, esos dos diputados, que los enviaban al limbo del grupo mixto, se han multiplicado durante la campaña y la candidata nacionalista, la primera mujer que lleva las riendas del BNG, ha tenido bastante que ver.

Los politólogos y expertos no fueron los únicos que vieron en el debate, el único celebrado a cinco bandas con la presencia del candidato popular, un punto de inflexión. Parece que también los ciudadanos percibieron la apuesta resuelta y decidida de la aspirante nacionalista, que era elegida en febrero de este año para afrontar la refundación del Bloque y rescatar al partido de la sangría constante que venía arrastrando desde que hace casi dos décadas alcanzara el máximo número de apoyos y con 18 escaños se convirtiese en la segunda fuerza del hemiciclo autonómico.

Aunque ha perdido a un marinero en la singladura, el dique Pontón ha conseguido contener el embate de la pleamar. La candidata ha logrado salvar las naves suficientes para salir a faenar cuando el tiempo ayude o la marea baje. Y parece que no se toma un respiro: anuncia ya que a partir de hoy empezarán a trabajar para "fortalecer" la presencia real y reiterada del nacionalismo y no decepcionar a sus votantes, mientras esperan a una tercera oportunidad, a ver si esta va la vencida, para volver a Madrid.