"A la campaña hay que llegar con el trabajo hecho: esas dos semanas solo pueden servir para reforzar tus mensajes, movilizar a tu electorado, intentar desmovilizar a tu rival.. pero no para hacer en 14 días el trabajo de dos años". Así lo resume el sociólogo y experto en tracking electoral Carlos Abella.

Tras visualizar la carrera de las distintas fuerzas políticas hacia el 25-S y, ubicados ya en el día después, con los resultados analizados, los expertos consultados coinciden en que los partidos de izquierda estaban más débiles, con candidatos menos conocidos y sin sensación de unidad en el seno de cada formación.

"Han hecho muy poco ruido", expresa Raquel Pedrouso. Esta consultora indica que le sorprendió la evolución del BNG: "en los anteriores comicios habían hecho un mitin en Pontevedra pero pequeño, sin mucha gente, sin embargo en esta ocasión, fue en la calle, con mucha afluencia".

Alberto Pena, profesor de Propaganda Política, expresa que el PP "ha sabido explotar sus fortalezas y solapar sus debilidades mejor que sus adversarios". "Su eje de campaña se apoyó en dos ideas clave que parecen haberle funcionado. Una de ellas es un candidato mucho más conocido que sus rivales, con una imagen de marca propia, alrededor del cual giró su estrategia principal dejando de lado el partido y sus siglas, muy desgastado por los casos de corrupción que afectan a la dirección nacional", argumenta Pena.

La segunda idea fuerza sería que Feijóo garantiza la "estabilidad política" para la comunidad gallega "frente al proyecto disgregador (el caos, al que se referían los populares) que representaba la oposición".

Para Alberto Pena, estos dos ejes estratégicos de comunicación "se difundieron a través de un discurso del candidato muy emocional, con apelaciones constantes a Galicia, a su familia, a la sabiduría del pueblo gallego, a sus raíces personales, a su compromiso con la tierra que lo vio crecer...".

Con esta escenificación política, "con una cartelería simbólicamente inmaculada, se representó ideológicamente al candidato popular como un líder cercano, auténtico, que encarna mejor que sus adversarios la defensa de los intereses de Galicia".

"El PP ha conseguido que una mayoría de electores no tuvieran en cuenta el expediente de corrupción que arrastra la dirección nacional y el PP como marca. Sorprendentemente, esto ha quedado obviado", apunta Pena.

Coincide Carlos Abella, al explicar que el PP es "una máquina electoral en Galicia, que llega hasta el último rincón del territorio y que practica la movilización de su electorado como ningún otro partido".

"Su campaña fue buena, sin riesgos, serena y apuntaló lo que antes de la misma se predecía y resultaba lógico: una victoria incontestable", añadió Abella.

Para este consultor, sabían que su situación de partida era muy ventajosa: "un partido fusionado, cohesionado tras un líder indiscutible conocido por todo el electorado y comparativamente bien valorado dado el actual contexto, sin fisuras y con un objetivo claro, centrado en Galicia, sin menciones a lo que pasa más allá de Pedrafita, alejado de la corrupción".

Añade Abella que los demás líderes partían de peldaños inferiores. "No puedes pretender vencer a un monstruo de la política como Feijóo improvisando candidato a apenas dos o tres meses de un proceso electoral, como es el caso del PSdeG o En Marea, que no conoce ni un tercio del electorado porque no ha tenido proyección pública; un candidato que si conocen es de oídas pero al que la inmensa mayoría no ha oído hablar en público ni una sola vez", expresa Abella, que añade que en estas circunstancias es difícil transmitir "confianza, carisma o calidez".

Para él hay tres fallos clave en los demás partidos: "desconocer a falta de dos meses el nombre de la coalición que competirá ni qué fuerzas lo compondrán, como es el caso de En Marea; no es posible vencer a un partido que lleva siete años en el gobierno sin que tu proyecto de país sea conocido y, en tercer lugar, no se puede competir contra un partido compacto cuando distintos líderes del tuyo muestran sus discrepancias y desavenencias en público hasta en la propia semana de las elecciones, como ocurrió con PSOE o Podemos".

"Me resultó complicada la imagen del PSOE. Creo que no quedó claro quién era ni el proyecto. Creo que no generó confianza. En mi opinión, En Marea perdió algo del entusiasmo inicial que desprendía, en parte, debido a la situación en el gobierno: se trata de nueva política pero me pregunto si es realmente para negociar o para mostrar berrinches. Lo que es evidente es que la mayoría absoluta debe hacer reflexionar a todos los demás partidos", apunta Pedrouso.