Los países avanzados tienen en la concienciación del cuidado personal y los avances médicos las herramientas que les faltaron a los antiguos alquimistas obsesionados por la búsqueda del elixir de la eterna juventud. Vivimos mucho más. Solo en las dos últimas décadas, la ya longeva sociedad española sumó otros cinco años. Las niñas que nacen hoy llegarán de media hasta los 85,6 años. Los niños, a los 80. Lo que en principio sería solo un incentivo para buscar remedios a las múltiples dolencias crónicas que afectan a las edades más altas, es realmente una odisea desde el punto de vista social y económico porque la esperanza de vida crece en paralelo a la falta de relevo generacional. Entre enero y junio de este año, y por primera vez desde 1999, el número de muertes en el país superó al de partos. El retorno al crecimiento vegetativo negativo, tan conocido en Galicia, coincide con un momento especialmente delicado por el impacto tan fuerte que el desempleo durante la doble recesión tuvo para la caja de la Seguridad Social y la correspondiente merma de los recursos necesarios para pagar las pensiones. De ahí que la sostenibilidad del sistema vuelva a ser protagonista en la campaña electoral.

"Antes de la crisis, aunque era un tema que preocupaba, al menos en los foros especializados, es cierto que el debate no transcendió al gran público", apunta Santiago Gómez. La razón, según el experto en Ciencias Económicas y Empresariales, viene de la falta de una opinión unánime. "Frente a las posiciones más catastrofistas que auguraban una cercana quiebra del sistema, había especialistas que defendían su viabilidad basándose en la experiencia de crisis pasadas, en la prolongación de la vida laboral y en las ganancias de productividad -detalla-. Más que iniciarlo, lo que realmente hizo la crisis fue poner el foco en el debate y, probablemente, amplificando el enfoque menos positivista que vincula la viabilidad al número de cotizantes".

"Los cambios siempre llegan más por la necesidad que por prevención o voluntad", apunta Alberto Saco, sociólogo experto en demografía. "Tampoco es que sea una situación catastrófica, aunque sí inédita en la historia. Y tiene mucho que ver con el éxito de nuestra civilización en aumentar la esperanza de vida, dotar de bienes y servicios a una población cada vez más exigente y controlar los niveles de natalidad -continúa-. Ahora vemos las consecuencias de ese éxito, lo cual plantea nuevos retos. Así funciona siempre".

A 1 de julio, en España vivían 46.423.064 personas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los mayores de 65 años representan el 18,2% de la población, aunque si se mantienen las tendencias demográficas actuales, en 2029 alcanzarán el 24,9% y cerca del 39% en 2064, frente a la reducción a la mitad de los menores de 10 años.

"El relevo generacional es un umbral teórico que permitiría a una población por sí misma mantener la pirámide estable en efectivos y composición por sexo y edad. Se sitúa en 2,1 hijos por mujer. España está en un modesto 1,2 y Galicia por debajo del 1", explica Saco. "Evidentemente, los flujos de población inmigrante, joven y con mayores tasas de natalidad, ayudan a paliar esta situación -afirma- y a nutrir por la base no solo la pirámide demográfica, sino también la laboral y social".

Con el estallido de la doble recesión, una parte importante de los inmigrantes que ayudaron a revitalizar la población española volvió a hacer las maletas ante la falta de oportunidades laborales. El desempleo puso punto y final a su sueño y al festín de ingresos para la Seguridad Social. Sus cuentas arrastran este año, hasta el mes de octubre, un déficit de 5.330 millones de euros, prácticamente el doble que en el mismo periodo de 2014. Pese a que el número de afiliados creció cerca del 4% -suman 17,2 millones- los ingresos por cotizaciones únicamente remontan un 0,9% ante el ascenso de la contratación temporal y por horas -con menores retenciones- y la caída de los parados que tienen derecho a prestación y que también contribuyen a los ingresos del organismo. La Seguridad Social acaba de sacar otros 7.750 millones de euros del fondo de reserva para poder abonar las pensiones de diciembre. La quinta retirada desde 2012. En la "hucha" quedan 34.221 millones, un 49% menos que en 2011.

"El problema al que nos enfrentamos es que los ingresos por cotizaciones que luego se reparten entre los pensionistas no sean suficientes para cubrir las necesidades -mantiene Santiago Gómez-. Si no queremos fiarlo todo a un incremento de los ingresos ligado al aumento de las cotizaciones y/o al incremento de número de cotizantes, no quedaría más remedio que actuar por la vía del gasto, subiendo la edad de jubilación o reduciendo la cuantía de las pensiones". Como paso previo a cualquier remodelación del sistema actual, lo "lógico", según el decano de Ciencias Económicas en Vigo, sería "acometer un proceso de racionalización en la estructura de las cotizaciones y de lucha contra el fraude que hagan equitativos los esfuerzos".

La reorganización de los sistemas de trabajo y de beneficios sociales, su adaptación a las nuevas circunstancias derivadas del alargamiento de la vida, "ese sí es el tema a medio y largo plazo" para Alberto Saco. "Por otro lado, tampoco hay la posibilidad de absorber la mano de obra disponible, aún con una natalidad sostenidamente baja. La tecnología aplicada a la salud y a la producción nos ponen frente a nuevos retos que las viejas lógicas no pueden abordar", afirma el profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación en Ourense, que recuerda que la organización laboral en vigor "proviene de la época de la industrialización" y que sin un acuerdo "entre estados, entre competidores" cualquier innovación en este ámbito "es inviable". "Algo parecido al tema del cambio climático", resume.

Con el Parlamento nuevo ya conformado, el próximo febrero toca evaluación del sistema de pensiones porque así lo marca el Pacto de Toledo. Cada cinco años. En este tiempo se llevaron a cabo dos grandes reformas. El Ejecutivo liderado por José Luis Rodríguez Zapatero retrasó de 65 a 67 años la edad de jubilación. Un cambio en vigor, aunque de aplicación progresiva hasta 2027. El Gobierno presidido por Mariano Rajoy impulsó un nuevo sistema de revalorización de las pensiones, que no podrán subir más de un 0,25% en momentos de déficit como el de ahora, y adelantaron el llamado factor de sostenibilidad que, básicamente, reduce la cuantía de la prestación a medida que aumenta la esperanza de vida.

"En el contexto actual pienso que es inevitable seguir atrasando la edad mínima de jubilación. Las posiciones imperantes en nuestro entorno harían muy difícil mantener cualquier otro tipo de política relacionada con estas cuestiones. La creciente esperanza de vida y las bajas tasas de natalidad son datos objetivos, están ahí, y frente a lo que no es sencillo contraponer otro tipo de argumentos, no tan evidentes en el corto plazo", opina Santiago Gómez. "De todos modos, creo que no conviene olvidar que el mantenimiento de un sistema público de pensiones es una decisión política y no estrictamente económica -añade- y antes de abordar cualquier reforma es bueno volver la vista atrás y recordar acontecimientos históricos relevantes en su generalización en el mundo occidental".

¿Y la opción de los planes privados? "Pues, una vez más, tendría que decir que la corriente imperante nos lleva en esa dirección", sostiene Gómez, aunque advierte de la factura que la crisis financiera pasó a las rentabilidades, "en ocasiones, desalentadoras"; y de que la precarización del trabajo impedirá "a amplias capas de la sociedad" acceder a este tipo de instrumentos.

Pero el reto de vivir más está incluso por encima de las garantías al sistema de pensiones. Implica otro debate, alejado del ojo público, sobre el coste del envejecimiento para los servicios públicos. "Hay poco margen para actuar vía recorte del gasto sin afectar seriamente a los pilares básicos del estado de bienestar, por lo que España pide a gritos una racionalización que permita incrementar la eficiencia de cada euro invertido", señala Gómez. Y de que ese envejecimiento sea activo. La óptica de los mayores como una carga "viene del error de considerar a los demás en relación con su utilidad o función", dice Alberto Saco. "Hoy por hoy la visión que predomina es la del ser humano como máquina que hay que tener a punto para producir y consumir -señala-. Es una visión muy limitada y contraproducente para nuestra calidad de vida en general".