La celebración de las elecciones generales tan solo seis meses después de las municipales puede ser aprovechada para examinar la forma en la que los ciudadanos evalúan a los nuevos gestores del Concello una vez que han comenzado a tomar decisiones. A pesar de todas las prevenciones que hay que tomar al efectuar estas extrapolaciones de resultados porque los dos tipos de comicios son notablemente diferentes y los votantes reaccionan de forma distinta en cada uno de ellos, en el caso de A Coruña esta comparación es interesante por el hecho de que el Gobierno local está ocupado por una formación de reciente creación y que, además, carece de mayoría absoluta.

Las urnas determinaron en mayo que el Partido Popular fuese la candidatura más votada, pero con una exigua ventaja de tan solo 28 sufragios. Ambas formaciones disponen así de diez concejales, mientras que el PSOE se convirtió en el tercer grupo de la Corporación con seis escaños y el BNG se quedó con la mínima representación posible al obtener solo un puesto.

Este resultado dejó la gobernabilidad en manos de los socialistas, quienes con su voto a favor hicieron posible la investidura de Xulio Ferreiro como alcalde y posteriormente la aprobación de diferentes iniciativas del nuevo Gobierno municipal.

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Las elecciones generales auparon una vez más al PP como primer partido en la ciudad, aunque en este caso a un millar de votos de la candidatura En Marea, a la que respaldaba Marea Atlántica. Esa diferencia no se traduciría en un distanciamiento en la representación municipal, ya que ambas formaciones tendrían el mismo número de concejales. En este caso serían nueve, ya que la novedad la constituiría la entrada con fuerza de Ciudadanos en la Corporación, en la que alcanzaría los tres escaños. Los socialistas mantendrían sus seis ediles actuales, por lo que también serían los árbitros en el Concello, pero el BNG, que en las generales compareció en la coalición NÓS-Candidatura Galega, desaparecería del Palacio Municipal.

Ciudadanos no fue capaz de entrar en el Ayuntamiento en mayo al no superar la barrera del 5% de los votos, pero con los resultados de las generales lo rebasaría ampliamente, aunque hay que recordar que en la primavera competía con la candidatura de Unión Coruñesa, que le pudo restar apoyos porque añadía Ciudadanos a su denominación. La formación naranja sufría la desventaja del desconocimiento de su candidato, Santiago Folla-Cisneros, en unos comicios en el que este factor es especialmente relevante.

También en las elecciones del pasado domingo su cabeza de lista era un desconocido para los votantes, ya que además su campaña fue prácticamente inadvertida, pero se benefició de forma evidente de la popularidad y telegenia del candidato a la Presidencia del Gobierno, Albert Rivera.