La noche del 20-D la alegría inundó las sedes de las candidaturas rupturistas, conscientes de que habían protagonizado un hito, si bien en algún caso no cumplir las expectativas infladas por las encuestas de superar al PSOE rebajaron el jolgorio. Todo resulta miel ahora, pero la configuración de esas alianzas constituyó un reto que estuvo a punto de fracasar. Las bases de Podemos aprobaron concurrir en alianzas bajo la fórmula de su una coalición con su nombre en primer lugar seguida de un socio. Galicia marcó el camino a seguir y se negó. Lo mismo sucedió en Cataluña o Valencia, donde el debate interno fue agudo.

Cuando Pablo Iglesias desembarcó el pasado mes de julio en A Coruña para entrevistarse con miembros de AGE se encontró con un Xosé Manuel Beiras que se plantó: o se creaba una coalición ex novo con todos los actores en igualdad de condiciones, emulando la fórmula de las Mareas municipales, o no habría alianza. Meses después, Podemos enterró las condiciones impuestas por sus bases para poder llegar a un acuerdo en Galicia con el nombre En Marea y no con las siglas moradas en primer término, como se aprobó en la asamblea de Vistaalegre. El modelo gallego fue emulado en Barcelona y se unió, aunque con una formulación diferente, Valencia con la marca Compromís-Podemos-És el moment.

Esas alianzas ilustraron el regreso a la izquierda de un Podemos que había coqueteado con el centro durante meses para atraer a una masa de votantes que le permitiese ser primera fuerza, bajo aquel argumento de la mayoría social sin derechas ni izquierdas. En su rumbo final, Pablo Iglesias defendió con claridad el derecho a decidir, es decir, la convocatoria de un referéndum en Cataluña sobre su independencia, aunque él se posicionó a favor de la unidad de España.

Ambos elementos han engordado sus resultados electorales el 20-D. Podemos obtuvo sus mejores datos en la España "plurinacional", por recoger sus propios términos, y allí donde concurrió en alianza. De los poco más de 5,1 millones de votos obtenidos, más de dos procedieron de Galicia, Cataluña y Comunidad Valenciana. En las tres rondó el 25% de apoyo por el 20% de media estatal. También rozó el 26% en Euskadi, la otra nacionalidad histórica junto a las dos primeras, que le aportó casi otros 317.000 votos.

La "confluencia es el único camino" proclamaron diferentes miembros de En Marea en la noche electoral. El 20-D les dio la razón, pues las alianzas en tres comunidades le ofrecieron a la izquierda rupturista el 63% de los votos totales de Podemos. Mientras tanto, en la España menos proclive a priori al referéndum sobre la independencia catalana, cosechó cifras mucho más modestas, como el 12,6% de Extremadura, el 13,6% de Castilla-La Mancha o el 15% de Castilla y León.

A partir del 13 de enero, cuando se constituirán las Cortes, surgirá el puzle en que se organizará Podemos en el Congreso, con un grupo parlamentario propio y otros tres satélites, entre ellos el de En Marea. Si AGE sirvió a Pablo Iglesias como modelo para crear Podemos tras participar como asesor en su campaña, su crisis también resulta orientativa de las dificultades a que se enfrentará el partido morado. "El problema puede ser funcionar como una suma de partidos, hay que evitarlo", comentaba un dirigente en la fiesta electoral de En Marea el domingo por la noche.

La Marea gallega cuenta con dos miembros de Podemos, dos de Anova, uno de Esquerda Unida y otro de Ourense en Común. En el caso catalán, también se incluyen dos miembros de EUiA, la pata de IU en Cataluña, que amenazó con no sumarse a la alianza horas antes de firmar el acuerdo.

En principio, los grupos satélites de Podemos apuestan por el derecho a decidir, a pesar que en varios de ellos existen representes de una formación vinculada al PC como es Izquierda Unida y otras independentistas. Mientras Pablo Iglesias apuesta por mantener la unidad, Xosé Manuel Beiras, impulsor del acuerdo en Galicia, procede del independentismo que ahora se ha transformado en federalismo. Al liderazgo de Beiras se une también el de Ada Colau, figura emergente cuya implicación no solo permitió un acuerdo en Cataluña, sino que llevó a su En Comú Podem a ser primera fuerza tras el fracaso de las catalanas, capitalizando en gran parte el voto a la CUP.

Una posible fisura en las relaciones entre Iglesias y los fuertes liderazgos en Galicia, Cataluña o Valencia (en ese caso Mónica Oltra, aunque con menor pujanza) se antoja otro posible riesgo. En Valencia ya hubo roces internos serios en Compromís. ¿Y si pasa en el Congreso?