El PP sale reforzado y en mejores condiciones que hace seis meses para intentar la formación de gobierno. Los populares, dejando quemarse durante estos seis meses a sus rivales, aumentan la distancia sobre la segunda fuerza. Rajoy queda legitimado por las urnas para reivindicarse ante quienes le cuestionaron hasta vetarlo. Una mayoría de ciudadanos opta por la derecha, y eso, sin maniqueísmos ni prejuicios, deben entenderlo quienes a partir de hoy tienen la responsabilidad de negociar.

El PSOE resiste el ataque por su izquierda, que no es poco en las circunstancias en que afrontaba la jornada y con un líder cuestionado en casa. Aun bajando y empeorando unos resultados ya malos -en cada cita últimamente bate un récord a la baja-, eran tales las expectativas de desmoronamiento que una mínima pérdida sabe a los socialistas a victoria. Las dos citas, más que unas elecciones generales, suponían para los socialistas una prolongación de las primarias internas, y habrá que ver ahora qué pasa con el liderazgo de Pedro Sánchez. Resistió el zarpazo de Iglesias, pero el PP todavía le cobró mayor ventaja.

Podemos e Izquierda Unida, formaciones muy diferentes pero aliadas en un fin común, adelantar a los socialistas, que les justificó sacrificar coyunturalmente sus principios, protagonizan la gran decepción. Colocaron tan alto el listón que se repartieron la piel del oso antes de cazarlo.

Ciudadanos ha sido víctima de su conducta errática. Si ya en diciembre sufrió una decepción, ahora paga el miedo del electorado y la incoherencia: teniendo su caladero de votos a la derecha, optó estos meses por apoyar a la izquierda moderada. Un supuesto mensaje de centrismo y equidistancia que sus simpatizantes no entendieron. Ayer por la noche, su mayor preocupación era la ley electoral.

Las elecciones dejan claro que España no quiere experimentos ni radicalismos. La viaje política recupera terreno y las formaciones clásicas demuestran que poseen todavía un suelo sólido. Aunque no pueden confiarse: esta situación la propician más los errores ajenos que los aciertos propios, y los electores siguen oteando el horizonte esperando regeneración y cambios. El PP y el PSOE no pueden dormirse. En solo seis meses la nueva política dejó patente que antes que la pluralidad y el multipartidismo lo que en realidad le importaba era implantar su nuevo bipartidismo. Una sustitución de caras.

Si en diciembre el pacto de izquierda resultó imposible, ahora parece más lejano, lo que tampoco despeja el camino de las alianzas para formar un ejecutivo conservador. Los socialistas, por acción o abstención, vuelven a tener como entonces bastante que decir, aunque en otras circunstancias: esta vez una alianza solo con Ciudadanos no les alcanza para intentar la investidura.

En Galicia, el PPdeG también remonta y alivia la pesadilla del 20-D, cuando obtuvo el peor resultado de su historia. Recupera dos de los cinco escaños perdidos: uno de ellos por A Coruña, a costa del único que tenía en Galicia Ciudadanos, y el otro en Ourense en detrimento de En Marea. Es además el único partido que gana votos en la comunidad, 33.000 más que hace seis meses. Los resultados le rearman en busca de la mayoría absoluta que precisa para las elecciones gallegas del próximo otoño.

Mientras los populares ganan en todas las provincias, las Mareas, el gran fenómeno emergente del 20-D al haberse colocado entonces como segunda fuerza en votos, pierden un escaño por Ourense -se quedan con 5- y casi 67.000 apoyos, y pasan a ser terceros por detrás del PSdeG. En Marea baja en las tres ciudades en las que gobierna, A Coruña, Santiago y Ferrol, pero sigue siendo la segunda fuerza, por encima del PSOE. Es segunda también en Vigo, sólo superada por el PP, donde se había aupado a la primera plaza el 20-D. El PSdeG resiste al mantener sus seis escaños, aunque pierden apoyos en todas las provincias y retroceden 5.000 votos. Ciudadanos se diluye en Galicia con la pérdida de su única acta por A Coruña y el BNG fracasa en su intento por volver de nuevo a las Cortes, de las que quedó fuera el pasado 20 de diciembre. Además de ello, los nacionalistas siguen en caída libre perdiendo más apoyos en las urnas.

Gobierne quien gobierne en España, muchas decisiones de calado siguen dependiendo de un consenso entre el PP y el PSOE. La cerrazón de negarse a hablar de antemano, de anatemizar al contrario porque piensa diferente, carece de sentido. Estamos ante un país y una sociedad internacional con problemas complejos, que requieren compromiso y soluciones difíciles. Por la vía de seguir absolutizando medias verdades, de enfatizar falsedades o inexactitudes y de demonizar a los rivales, de dividir en buenos y malos la nación, no progresaremos. El PP gana en el país y el PSOE, en la izquierda. Las elecciones dirimieron dos resultados de distinta índole. Culminado este largo juego de urnas, ya no hay excusa para empezar a trabajar de una vez en beneficio del interés general.