Las personas que trabajamos en entidades sociales solemos decir que lo mejor que nos puede suceder es que llegue el día en que nuestra organización desaparezca: soñamos con un futuro mejorado en el que las ONG ya no sean necesarias, con la superación de los profundos problemas sociales que, allí atrás en el tiempo, motivaron a un grupo de personas a unirse y buscar soluciones. En el caso de Ecos do Sur, eso fue ya hace un cuarto de siglo. Corría 1991. El año de la Guerra del Golfo, la paliza a Rodney King. Catástrofes humanitarias en Bangladesh, Costa Rica, Italia, Filipinas causan cientos de miles de víctimas, marcando cicatrices en la Tierra. El parlamento de Sudáfrica suprime el apartheid, la URSS se desgrana€ y un puñado de locos estupendos decide dar un paso hacia la solidaridad y conocimiento entre los pueblos desarrollados y los más empobrecidos. Así fue cómo se fundó Ecos do Sur.

En el año 2000, A Coruña asumía el gran reto de la acogida de muchas personas que llegaban desde otros países. En ese mismo año, España experimentaba el mayor aumento de población desde 1970, pleno baby boom, precisamente gracias a la inmigración. Para Galicia y para A Coruña esto significó recuperación demográfica, acercamiento entre orillas, encuentros y reencuentros culturales. Desde la fecha en la que el primer número de LA OPINIÓN salió de la rotativa y se asomó a los quioscos, más de 11.000 personas encontraron en Ecos do Sur un apoyo para solucionar sus problemas. Si sumamos el trabajo de todas las entidades de acción social de la ciudad, imaginad la cifra. Y a pesar de nuestro esfuerzo, en los últimos quince años

A Coruña ha duplicado su tasa de riesgo de pobreza. A pesar de todas las energías que le echamos, hoy 47.000 de nuestros vecinos y vecinas conviven con las zancadillas terribles que pone la exclusión. Importa la suma, porque esas 47.000 personas llenarían el estadio de Riazor y el Coliseum juntos: son una multitud. Importan también, por supuesto, las situaciones, una a una. ¿Cuál sería la cifra si no existiesen las ONG?

A mí me gustaría ver, allá para 2030, una Coruña capaz de incorporar a su realidad y a su cultura a las personas diversas, a las que llegan de lejos y a las que ya estaban aquí; a las que están en tránsito y a las enraizadas€ una ciudad que de la diferencia haga una emulsión sabrosa, respetuosa, vibrante, sincrética. Una ciudad en alerta contra la desigualdad. Solemos decir, estos de

las ONG, que ojalá llegue el día en que desaparezcamos, pero sabemos que, tal y como está la cosa, si dentro de quince años no estamos aquí, no será precisamente porque ya no seamos necesarios, no.

Solo el presente puede crear futuro, y si queremos que el futuro sea distinto, toca actuar hoy como comunidad, como órgano vivo, junto a las personas y las entidades, para que la exclusión, en nuestra ciudad, no se vuelva a contar por estadios.