Pocos sospechaban que la desolación que desprendía la imagen del abandono de la Alcaldía en 2006 iba a alcanzar alguna vez a Francisco Vázquez, cuya estrella parecía llamada a no apagarse a nunca. El ocaso le llegó al tiempo que el reloj centenario del Obelisco dejaba de funcionar. Era la señal de que la historia de la ciudad demandaba un cambio de página.

El desencuentro con los parámetros del socialismo, la creciente pérdida de apoyo electoral que detectaban las encuestas de su partido y los escándalos destapados por LA OPINIÓN sobre la singular adquisición de su palacete en O Parrote a precios de vivienda social, que le obligó a dar explicaciones en un insólito pleno especial, o los negocios compartidos con el constructor Antonio Fontenla, desencadenan su adiós del poder coruñés.

Siguiendo la vieja tradición sentenciada con sorna por el histórico socialista Indalecio Prieto en sus memorias, según la cual "a los caídos en desgracia, en España los hacemos embajadores", el PSOE dio carpetazo a su carrera política con un piadoso destino diplomático en el Vaticano.

En sus 23 años de mandato, Vázquez pondrá en pie una urbe nueva en un dilatado proceso en el que apenas contará con oposición y que generará una privilegiada esfera de influencia en torno a la cual prosperarán algunas fortunas locales. Para construir ese mundo a su medida, centrifuga todas las opciones en un solo ideario„el vazquismo„ que abarca toda la clientela electoral.

La inexistencia de rivales de peso hasta bien entrada la década de 2000, con la puntual excepción de Lendoiro, facilita el mito de

un mundo feliz. A Coruña se convierte en un reclamo publicitario de buena gestión que traspasa el ámbito local y gallego. Miembro de la dirección federal del PSOE, congresista, senador y en dos ocasiones presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias. Su nombre sonará durante años en las quinielas como candidato a un ministerio que nunca llegará.

Son los años en los que acuña una cintura política y una finura irónica reconocidas por sus adversarios, que le convierten en una figura política solo comparable en Galicia a Manuel Fraga.

Tras la pérdida de influencia

en la cúpula socialista, que no le

renueva el cargo diplomático, Vázquez afronta un ostracismo institucional que intenta romper con su acercamiento al PP en una fallida postulación como Defensor del Pueblo.

La leyenda del buen gestor se ha agrietado considerablemente en estos últimos años, en los que las arcas públicas coruñesas están soportando las millonarias indemnizaciones decretadas por un rosario de sentencias judiciales como consecuencia de las irregularidades urbanísticas cometidas en el polígono de Someso. O las que aún podrían llegar por la demolición parcial del edificio Fenosa, responsabilidad también de sus gobiernos.

A Vázquez lo sucederá en María Pita su teniente de alcalde Javier Losada, que tendrá que pactar en 2007 el Ejecutivo coruñés con el BNG por falta de mayoría absoluta y lo perderá en 2011 ante Carlos Negreira. El PP gobierna la ciudad por primera vez, pero cede el mandato en la siguiente cita, en mayo de 2015, en el que llega a María Pita la candidatura popular de Marea Atlántica.