El horizonte del Deportivo, el inmediato y el que irremediablemente le espera para los próximos años, va mucho más allá de tener que disputar cada fin de semana un encuentro de fútbol de 90 minutos. Fuera del campo juega otro partido igual o más importante, el de cumplir con sus obligaciones para hacer frente a la deuda que más preocupa, la privilegiada con la Agencia Tributaria y los bancos. Dos frentes, el deportivo y el económico, que en realidad son uno solo, porque la viabilidad del club pasa obligatoriamente por su continuidad en Primera División. Un reto apasionante, probablemente el más crucial en su centenaria historia. Pocas caídas más a Segunda se puede permitir si quiere que las cuentas le sigan cuadrando para liquidar poco a poco sus 104,4 millones de deuda total, de los cuales 63,5 son con Hacienda y 23 con los bancos. Más presión sobre los futbolistas y, al mismo tiempo, una motivación extra para vaciarse cada domingo sobre el césped. Es lo mínimo que los aficionados le exigen al equipo, que lo dé todo y se entregue, igual que hacen ellos desde la grada.

En caso de que el Deportivo no vuelva a pisar la categoría de plata, el calendario de pagos de la deuda privilegiada con la Agencia Tributaria terminará en enero de 2023. Con los bancos, en cambio, el vencimiento final de la operación quedó fijado para la temporada 2031-32, justo la del 125 aniversario del club. Desde su nacimiento, en 1906, la institución ha pasado por situaciones de todo tipo. Etapas brillantes, otras duras, pero ninguna tan trascendental como la actual. Se avecinan años ilusionantes, marcados por la humildad y las estrecheces económicas pero también por la esperanza de ver al equipo nuevamente consolidado en la máxima categoría. Es su lugar natural, el que merece por historia, palmarés y afición. El Deportivo se ha convertido en un club cumplidor, aunque su fiabilidad más inmediata también depende de una de las condiciones impuestas por Hacienda en el acuerdo firmado en marzo de 2014: la realización de una ampliación de capital por valor de seis millones de euros, de los cuales 1,5 deben cubrirse antes del próximo 31 de diciembre. Un pequeño match ball, casi insignificante en comparación con las numerosas situaciones críticas que el Deportivo superó en los últimos años, incluidos dos infiernos en Segunda, el proceso concursal o la amenaza de descenso administrativo e incluso de liquidación por parte de la Agencia Tributaria.

El Dépor fue capaz de rehacerse tras cada golpe, tanto en el terreno de juego como en los despachos, y siempre a hombros de una afición inquebrantable, "una de las mejores del mundo" a juicio del actual entrenador blanquiazul, Víctor Sánchez del Amo. Ese es el gran motor del Deportivo, su gente, la que ahora se ilusiona con que esta temporada y las próximas sean algo más tranquilas que las últimas, al menos sin tantos sobresaltos. La hinchada ha demostrado en un sinfín de ocasiones que está siempre con el equipo, en las buenas y en las malas. Nunca falla. Superada ya la barrera de los 25.000 socios, casi mil más que al cierre del curso pasado, el deportivismo vuelve a estar unido, con una renovada directiva de la Federación de Peñas sensible a las inquietudes y las demandas de los miles y miles de aficionados blanquiazules repartidos por toda la geografía gallega, española y mundial. La profunda fractura social de hace unos meses ha dado paso a una nueva etapa más relajada. Todos a una otra vez para sostener al equipo en la elite.

Ya no es el Dépor de los grandes títulos, ni el que asombraba a toda Europa ganando en los campos más ilustres del continente, pero sigue ilusionado y emocionando a Riazor. La aspiración actual no es acabar festejando una Liga, birlarle la Copa al Madrid en su propia casa, o acariciar la final de la Champions. Ahora se celebran pequeñas conquistas, sin duda menos rimbombantes, pero con un valor igualmente tremendo. Por ejemplo, el coruñesismo del que se ha impregnado el equipo en los últimos años, representado actualmente en las figuras de jugadores como Álex Bergantiños, Pedro Mosquera, Juan Domínguez y, sobre todo, Lucas Pérez. Puro compromiso, como el que deben aportar los nuevos talentos que salgan de las categorías inferiores.

La cantera sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes pese a los esfuerzos del club por formar nuevas camadas con las que alimentar a la plantilla profesional. Es un camino a avanzar poco a poco, sin prisas ni grandes aspiraciones, pero sí con la firme convicción de convertir Abegondo en un sustento importante para el primer equipo.

Interesa ese tipo de futbolistas de la casa, que garantizan un pleno compromiso con el club y la ciudad. Gente que conecte con la grada y enganche, como ahora lo está consiguiendo Víctor Sánchez. Hay entrenador para muchos años, al menos ese es el plan del actual consejo liderado por Tino Fernández. Se busca estabilidad. No hay más que ver la nueva política de fichajes. Seguirán llegando cedidos cada año, algo inevitable para los modestos como el Deportivo, pero la tendencia es que sean cada vez menos. Por eso el club está tratando de negociar contratos largos para definir una columna vertebral sólida que será la que soporte el peso del equipo en las próximas campañas, en las que el objetivo fundamental será la permanencia, año sí y año también.

Ese es el listón mínimo que debe superar el Dépor para consolidarse en la máxima categoría a medio plazo y apearse definitivamente de ese ascensor en el que parecía haberse instalado en los últimos años. Agarrarse a Primera es su objetivo básico, pero sin renunciar a que alguna temporada pueda dar la campanada aspirando a una meta más ambiciosa.

Por soñar, que no sea. Son años claves, y más teniendo en cuenta el nuevo reparto de los ingresos de los derechos televisivos, que reducirá las grandes diferencias existentes entre los clubes de Primera y dará algo más de aire a los de la clase media-baja, como el coruñés. Por eso es tan importante seguir en la máxima categoría, para seguir ganando cada año ese doble partido, futbolístico y económico, que en realidad es solo uno para el Deportivo.