IEs la población la que se constituye como pueblo, como colectividad intercomunicada por lazos especiales, algunos de ellos imperceptibles aparentemente. En esa colectividad, las personas viven socialmente, conviven, dejando, como decía Kant, su libertad salvaje para encontrar toda su libertad en la dependencia legal, en el estado jurídico. También en la ciudad como contexto inmediato de convivencia.

Las ciudades concitan colectivos alrededor de tradiciones,

culturas, vínculos económicos? que dan a esa población la cohesión precisa para una convivencia permanente si bien su compleja diversidad.

Las ciudades son, así, centros de convivencia, comunidades ordenadas de vida que, de esa manera, afrontan cotidianamente las múltiples necesidades de las gentes que las componen, con espacios de vida compartidos, acompañados de concretas exigencias de corresponsabilidad, de no pocas cargas personales.

Todas las ciudades, grandes o pequeñas, plantean problemas de gobierno, de gestión, y también otros de muy diversas clases. Tanto más cuando ha sido en ellas y no en el ámbito rural que se ha venido concentrando la población, dando lugar a la proliferación de ciudades con un muy importante censo de vecinos, traducido inmediatamente en una complejidad añadida en la vida y la gestión municipal. Las concentraciones de población en las grandes y no tan grandes ciudades provocan un incremento de los bienes de consumo, de cultura, de ocio, en la demanda de servicios de todo tipo, y, normalmente, un mayor desarrollo integral, pero también son susceptibles de propiciar nuevos conflictos en la convivencia, en especial en épocas de estancamiento o de crisis económica.

Evidentemente, estas transformaciones, estas situaciones de mayor y más amplia convivencia en esos espacios vitales comunes que son las ciudades, ponen a prueba no solo a sus gestores, sino a todos los miembros de la comunidad, recayendo sobre ellos

la tarea, la responsabilidad, cada uno en su medida, de evitar que estas sus ciudades se transformen en entes irracionales, irreconocibles para sus propios habitantes de siempre.

Una ciudad mantendrá su identidad en la medida en que las personas que la viven, la sigan sintiendo como propia a pesar de sus transformaciones, al igual que sucedió con sus antecesores.

IIQuince años puede ser demasiado tiempo o apenas nada. Pueden ser años decisivos o inexpresivos.

Si bien la esencia de las ciudades se encuentra en el elemento humano que las explica y conforma, lo cierto es que su edad constituye algo propio y distinto, hasta el punto de que una venerable y cuidada vejez le suele sentar tan bien a las ciudades, que las hace más hermosas y deseables a los ojos de todos. Y es responsabilidad de sus gestores, de los vecinos de estas ciudades que generación tras generación se perpetúan en ellas, saber mutarlas sin desfigurarlas, respetando las señas de identidad que las han hecho ser lo que son, reconocibles en su singularidad.

IIILa ciudad de A Coruña, a lo largo de su historia siempre se ha mantenido fiel a sí misma; siempre ha sido y sigue siendo reconocible por sus vecinos e identificable para cualquiera que llegase a ella por tierra, mar o aire.

Singular personalidad de la ciudad que se percibe no solo desde su hermosa lejanía, sino también al fundirse en ella y participar de su convivencia colectiva. Mérito solo achacable a quienes viviendo la ciudad desde años, han sabido transmitir a otros, generación tras generación, el espíritu identificador propio de la misma, intolerancia frente a sus agresores, al menos los más groseros.

Quince años para una ciudad así concebida, así vivida por sus habitantes prácticamente desde siempre, no pueden llevar consigo degeneración alguna: ni los quince últimos ni los quince años siguientes.

Sin duda, A Coruña seguirá siendo a lo largo del tiempo reconocible en su singularidad especialísima por su configuración; por su mar; por la historia que uno encuentra cuando se adentra en ella; por muchos de los nuevos espacios que el tiempo ha ido haciendo aparecer. Y es que, en fin, sus gentes han sabido mejorar la convivencia de la ciudad con el mar y con el pasado; han sabido armonizar expansión y progreso e identidad.

IVEs un hecho que la ciudad de A Coruña ha tenido y tiene muchos defensores. Por supuesto, la inmensa mayoría de sus vecinos, a título individual, como opinión pública. La prensa, por definición independiente, contrapoder, ejerce control mediante la información y la denuncia; posibilita la opinión pública inherente a una sociedad libre; agita conciencias frente a comportamientos socialmente inasumibles, dañinos, también y especialmente cuando estos afectan a la propia ciudad. Por añadidura, la prensa es cultura y como tal, transmite el tipo de ciudad que se visibiliza en razón del pasado y del presente, en todo caso para preservar su futuro.

Quince años en la vida de un determinado periódico no son muchos teniendo en cuenta sus expectativas vitales. Pero sí es mucha la extraordinariamente positiva contribución a la colectividad que en ese periodo de tiempo ha podido hacer desde la libertad y el rigor informativo, desde la independencia de "opinión"; contribución que proseguirá en los próximos quince años, durante los que seguirá inyectando vitalidad a la ciudad que lo ha visto nacer y crecer, trabajar por ella.