Hay cosas que no pueden esperar quince años. Cosas que, si no se cogen a tiempo, corren el peligro de estropearse, tanto que la solución se antoje casi imposible. La ría de

O Burgo se ha cansado ya. También las familias que viven de ella y los vecinos que, cuando se instalaron en la zona, creían que los lodos nunca llegarían a ser más altos que ellos. Así que la ría, hastiada de esperar por un dragado que no llega y por una regeneración que solo se promete cada cuatro años, empieza a mostrar su peor cara.

Y es que, con el paso del tiempo, ha perdido capacidad productiva a pasos agigantados. En los años ochenta, se podía faenar en casi todo el estuario y aproximadamente dos mil familias vivían del marisco que crecía en O Burgo.

En 2015, más del 80% de la ría es terreno estéril. Sólo hay que echar cuentas para saber que O Burgo no puede esperar más. Con esta situación, los mariscadores se enfrentan a problemas económicos cada mes, cuando tienen que pagar la Seguridad Social y repasan los días trabajados y ven que la ría, por hidrocarburos o por toxinas, ha estado cerrada. Y, cuando han podido bajar a trabajar, se han tenido que conformar con arrancar de la arena la mitad del cupo máximo diario que tienen para las cuatro especies que se pueden comercializar.

Son más de medio centenar los mariscadores a pie que faenan en

O Burgo y se tienen que repartir las capturas que hay. Una situación que se ve agravada con la mortalidad de la almeja, por causas que los mariscadores todavía desconocen.

Con una situación así, O Burgo no puede esperar, ni quince años ni, seguramente, medio, porque su fondo se queda yermo y las corrientes, esas que le dan la vida a los bivalvos, no consiguen penetrar en el estuario, así que, a su manera, las administraciones están sometiendo a la ría a un verdadero asedio.

La Xunta ha asegurado a los mariscadores que las licitaciones comenzarán el próximo año, que la regeneración será pronto una realidad, una apuesta que los afectados por los lodos no se acaban de creer porque no es la primera vez que escuchan algo similar.

Así que han decidido pedir un compromiso por escrito más allá de promesas, reuniones y buenas palabras y lo quieren ya, para no hipotecar su futuro. La Plataforma para a Defensa da Ría do Burgo y los mariscadores le exigen a las instituciones que publiquen en los boletines oficiales las fechas y las actuaciones que se van a realizar para tener un calendario en la mano sobre la tan ansiada regeneración.

La misma Xunta que les promete a los mariscadores que la solución está cerca, acusa a los concellos de no haber acabado con los vertidos contaminantes al estuario y les urge a que lo hagan. Eso sí, el Gobierno gallego creó a principios de año una comisión de investigación para conocer el origen de los derrames de hidrocarburos que mantuvieron la ría cerrada durante más de un mes y medio este año.

Han pasado siete meses y no hay ningún dedo que apunte al culpable, así que los mariscadores se temen que no habrá ningún cambio y que, según dicen los datos de la Xunta, volverá a haber vertidos y ellos volverán a quedarse en casa viendo cómo las almejas que creían que iban a vender siguen bajo la arena, inundadas de agua contaminada.

Así que la ría no puede esperar más. Quince años es demasiado tiempo para un estuario que agoniza. Y la solución tiene que llegar ya porque, de lo contrario, no será útil. Si se empieza enseguida, O Burgo puede llegar a ser todo aquello que el anterior patrón mayor, Manuel Cao, había pensado para ella y por lo que los mariscadores se llevaron más de un palo y no solo emocional. Podría ser un flotador al que agarrarse en plena crisis económica porque el agua, sobre todo la salada, siempre es sinónimo de riqueza. Saneada, la ría podría ser un sitio para mariscar, pero también un lugar de recreo, de avistamiento de aves, un área en la que se pudiesen practicar deportes acuáticos y en el que, como en cualquier zona con un mínimo de atractivo, podría emerger la economía.

O Burgo no puede esperar porque, si lo hace, no habrá mariscadores ni almejas ni berberechos y los lodos se harán tan altos que, quizá, el coste económico de retirarlos sea inasumible. Lo dicho, hay cosas que no pueden esperar.