Pese a que se presentó como la razón oculta de la invasión de Irak hace 10 años, la explotación petrolífera en el país no la encabezan los estadounidenses, aunque Washington y los empresarios estadounidenses han encontrado otras áreas muy rentables. La otra, la oficial y defendida por Estados Unidos ante la ONU como argumento principal, la existencia de armas de destrucción masiva, se confirmó años después como falsa, pues nunca se han podido descubrir la presencia de ese armamento ni los supuestos vínculos de Sadam Hussein con la red terrorista Al Qaeda.

El expresidente estadounidense George W. Bush justificó la invasión de Irak con el argumento de que el entonces líder iraquí, Sadam Husein, tenía armas de destrucción masiva. Posteriormente, las fuerzas militares estadounidenses descubrieron que no existían tales armas. El desertor iraquí Rafid Ahmed Alwan Al-Janabi, un ingeniero que había pedido asilo en Alemania en 1999, transmitió a las autoridades de EE UU que él había trabajado en la supervisión de las armas bacteriológicas. Nueve años más tarde, admitió ante la BBC que esas armas no existían y justificó su mentira en su deseo de que Irak se librase del régimen de Husein.

Cuando el 20 de marzo de 2003 comenzaron los bombardeos sobre Bagdad, las pretendidas armas de destrucción masiva que ocultaba Sadam Huseim y sus supuestos lazos con Al Qaeda, fueron considerados como una excusa para enmascarar el asalto a las terceras reservas de petróleo convencional del mundo.

"Los estrategas de Washington (en aquella época) tenían esperanza de que fuera fácil y estaban demasiados seguros de que conseguirían acceso rápido a los pozos de petróleo", indicó a Efe, Catherine Lutz, codirectora del proyecto "Cost of War", del Instituto Watson, que ha cifrado el coste de la guerra, a la que puso fin en diciembre de 2011 el presidente Barack Obama, en 2,2 billones de dólares.

La petrolera estadounidense ExxonMobil es la única que ha conseguido una concesión importante en una zona de yacimientos del sur de Irak y el Gobierno del presidente Nuri al Maliki ha bloqueado por el momento su acceso a los pozos más rentables de la zona autónoma del Kurdistán.

Lutz recuerda que el Gobierno iraquí no ha sido tan favorable a los intereses de EEUU como lo fue en su momento Corea del Sur y "no ha permitido una presencia militar permanente o trato preferencial a empresas estadounidenses".

La mayor parte del pastel de hidrocarburos se lo reparten la holandesa Shell o la británica BP, mientras que petroleras de países opositores a la intervención militar en 2003 curiosamente cuentan con una presencia importante, como la francesa Total, la rusa Lukoil o la china Petrochina.

Para Estados Unidos, esto tiene un lado positivo, ya que los efectos de la entrada de Irak en el mercado de petróleo y el aumento de su productividad han contribuido a alimentar la insaciable demanda de potencias emergentes como China e India, sin que se disparen los precios del petróleo a nivel mundial.

Por otro lado, las empresas estadounidenses han encontrado otros negocios incluso más rentables, al prestar soporte logístico a las petroleras, a las que el Gobierno iraquí cede porcentajes relativamente bajos por barril debido a que los yacimientos del país, especialmente en el sur, son más fáciles de explotar que la norma.

Halliburton, vinculada al exvicepresidente Dick Cheney, uno de los cerebros de la invasión y mano derecha de George W. Bush, está más que asentada como empresa de ingeniería en Irak, mientras que otra compañía con sede en Texas, Schlumberger, ha visto sus beneficios florecer al tiempo que se iban retirando las tropas estadounidenses.