Si una cosa han demostrado estos últimos meses es que lo que parecía imposible no lo es. Si los 400 puntos básicos de diferencial con el bono alemán, parecía un tope, una línea que no debería ser superada solo en momentos puntuales, ahora parece lo contrario, un punto deseado, viendo como la prima de riesgo sigue su escalada y pulveriza cualquier registro. Esta mañana ha alcanzado la cota de los 640 puntos básicos y ha desplomado toda la Bolsa, especialmente un sistema financiero, que por mucho que se hable de su viabilidad tras la aprobación de su plan de rescate, no para de caer.

A este nivel, no hay ajuste que valga, de hecho, estas medidas han generado más incertidumbre que credibilidad. No se sabe cual será el impacto recaudatorio, especialmente por el efecto que tendrá a nuestra economía, con menos consumo y más desempleo, mientras lo que sí se sabe es que a este nivel de deuda uno de cada tres euros recaudados va a pagar intereses, y que a este nivel, la subida suponen entre 9.000 y 10.000 millones de euros más al año, el 1% del PIB.

¿Por qué no actúa el Banco Central Europeo?

Con esta coyuntura, el Gobierno pide a gritos un flotador, que es la compra masiva de deuda por parte del Banco Central Europeo. Pero es que por mucho que se empeñe el Ejecutivo, y escuchemos al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, denominar “clandestino” al BCE por su no actuación, esta ayuda no es más que un “empujón” y si la economía no remonta, no sirve más que para dar oxígeno de forma momentánea. ¿Significa que no debe darse esta ayuda? En absoluto. Se puede realizar esta compra masiva de deuda, y ver la reacción, pero desgraciadamente, si esta no funciona, sólo quedara una opción: que España no vuelva a emitir deuda, es decir, que sea rescatada por la Unión Europea y presumiblemente, el FMI, que son los que deberán prestarnos a un tipo de interés inferior entre 400.000 y 500.000 millones de euros, hasta que en un plazo de unos dos años cuadremos nuestros ingresos y gastos, y podamos salir al mercado con éxito, como acaba de hacer Irlanda hace unas semanas.

Consecuencias del rescate ¿un pozo sin fondo?

La solución no es sencilla, y traería meses de caos. Primero, la aprobación y puesta en marcha. Ya estamos viendo lo lento de este mecanismo, y las reticencias de países como Holanda o Finlandia con el rescate financiero de 100.000 millones. Si multiplicamos por 4 o 5 esta cantidad, podemos encontrarnos con duros procesos de negociación y por supuesto, condiciones muy estrictas.

Estas condiciones, supondrían un nuevo escalón de dureza, hasta ahora nunca visto. En la función pública, no se hablaría solo de recortes en salarios, sino también despidos, y se disminuiría más prestaciones como el desempleo, o las pensiones, que pasarían de congelar las subidas a simplemente, descender. Por supuesto, si que llevaría a un duro adelgazamiento del Estado en todas sus capas, central, autonómico, provincial y municipal. Una muestra, la tenemos en como, Italia ha sorteado con su plan de ajuste las bajadas de calificación de su deuda, cosa que no ha hecho España, teniendo una gran diferencia, el drástico recorte en provincias que si ha aprobado el país trasalpino.

Pero lo peor es que estas medidas, deprimirán mucho más nuestra economía, ya sea por su efecto directo como por la sensación de fracaso e inseguridad que genera en la sociedad, y que se traslada en menos consumo e inversión. Menos actividad, que genera, menos recaudación y como vemos en Grecia una espiral de menos recortes, sin que se equilibren las cuentas.

Mientras, el ministro de Economía, Luis de Guindos, se empeña en hablar de la imposibilidad del rescate, pero los mercados dicen lo contrario, y por suerte o por desgracia, son los que mandan.

iAhorro.com