La recuperación económica, el crecimiento del PIB y la creación de empleo están teniendo diferentes consecuencias y cambios de tendencias. Una de estas es la vuelta al endeudamiento; es decir, a que los españoles vuelvan a necesitar más financiación por encima de lo que van pagando.

En los últimos 8 años y como efecto claro de la crisis económica, los españoles amortizaban más dinero en préstamos (especialmente hipotecas) que el que solicitaban. Esto se debía a dos razones. La primera, que los propios bancos concedían menos operaciones al endurecer las condiciones. La segunda, que los propios ciudadanos ahorraban más por miedo a las incertidumbres del futuro.

Todo esto está cambiando en los últimos meses. Los bancos y entidades financieras de crédito conceden más préstamos y se contratan más tarjetas de crédito, pero también es el ciudadano el que ha ganado más confianza que le lleva a endeudarse más. Este crecimiento en el endeudamiento es de momento tímido, tan sólo 3.063 millones de euros según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), pero si muestra un cambio de tendencia. Otra fuente, el Banco de España también lo confirma en sus datos sobre las cuentas financieras. Si en el año 2013 para los españoles la amortización neta suponía más de 46.000 millones de euros en préstamos, en el 2017 apenas supuso 810 millones de euros.

Los peligros del endeudamiento en España: Tipos demasiado altos

Los peligros del endeudamiento en España: Tipos demasiado altos

Endeudarse uno de por sí no es malo; sin embargo sí lo pueden ser las circunstancias y características del endeudamiento y es lo que nos debe poner en alerta. El importante crecimiento en el segmento de crédito al consumo, que supone algo más del 16% del total de todos los préstamos ha llevado a que el Banco de España haya hecho la primera advertencia sobre el control de la morosidad.

Pero de lo que no se advierte es de otro punto. A pesar de que los tipos de interés siguen en mínimos históricos en toda la zona euro (-0,19% en el mes de abril), el precio de estos préstamos es muy elevado, con intereses muy por encima de otros países en la zona euro con los mismos tipos de referencia. Se ve claramente en este gráfico en el que comparamos préstamos al consumo de entre un año y cinco de plazo (los más comunes en España), de nuestro país frente a la zona euro.

Hasta mediados del 2005 los tipos de los préstamos personales entre España y la Unión Europea se mantenía muy parejos, ligeramente al alza para España.

El inicio de la crisis disparo este diferencial salvo en el año 2010 donde volvió a acercarse. Pero a medida que los tipos bajaban en Europa y los datos económicos no eran tan negativos, España elevaba sus préstamos. Mientras en la zona euro bajaban en España subían hasta el año 2015. Desde este año han empezado a descender casi todos los meses, pero el margen es más que elevado. El tipo medio en marzo de 2018 para los préstamos al consumo en la zona euro es de un 4,80% mientras que en España son del 8,30%, 3,50% más.

Esto significa que mientras en España por un préstamo de 20.000 euros a 5 años pagaríamos una cuota mensual de 408,41 euros, en la zona euro se pagaría por el mismo producto una cuota media de 375,59 euros al mes. Esta diferencia supone pagar 393,84 euros al año y 1969,20 euros durante los cinco año de vida del préstamo.

Si comparamos entre países vemos diferencias aún mayores con países como Bélgica (3,07%), Francia (3,63%), Alemania (4,09%) o incluso algunos con situaciones económicas más inciertas como Italia (6,66%). De hecho, sólo estamos por debajo de Grecia, Eslovaquia y los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania).

¿Qué opciones le quedan al cliente?

¿Qué opciones le quedan al cliente?

Esta situación nos deja en una posición delicada, mas cuando este caro endeudamiento es bastante extensible entre clases medias-bajas más susceptibles de problemas de pago. La respuesta ante el aluvión de ofertas, con muchos préstamos rápidos o preconcedidos está en un correcto análisis de las necesidades y condiciones.

En primer lugar, pensar si en verdad es necesario pedir un préstamo, si lo que queremos financiar es fundamental o podemos esperar a tener dinero para pagarlo todo o en parte. Y en segundo lugar si deseamos o necesitamos pedir un crédito, hay que comparar y analizar muy bien las características. No dejarse llevar por concesiones rápidas y aprovechar que, por ejemplo, hay muchas entidades financieras de crédito que incluso permiten contratar un préstamo sin cambiar la entidad financiera. Es el cliente el que tiene la última palabra.