El Ministerio de Defensa acaba de publicar el libro Cazadores de barcos, del historiador compostelano José Antonio Tojo Ramallo, que localiza gran cantidad de pecios desconocidos, descubre numerosas historias inéditas y pone nombre a muchas tumbas en Galicia donde reposan los restos de náufragos.

De los barcos hundidos por intervención directa de submarinos en este periodo, se apuntaba hasta ahora de unos 35 a 40, y en el volumen editado por el Ministerio de Defensa se localizan en la costa gallega hasta 124. "Han aparecido cerca de 80 barcos de los que no se tenía ninguna idea", dice el autor. Muchos de los datos nuevos provienen de los propios libros de guerra de cada uno de los submarinos, que Tojo consultó en los archivos de Washington, donde se conservan los originales.

El volumen lleva por subtítulo Historia de los submarinos alemanes en las costas de Galicia durante la Primera Guerra Mundial, aunque aporta mucha información no circunscrita a las aguas de esta Comunidad e historias colaterales nunca escritas, como la de los campamentos de internamiento de soldados alemanes en Pamplona, Teruel o Aranjuez, en la década de 1910, a los que iban las tripulaciones de los sumergibles retenidos hasta el final de la guerra.

Éste es el segundo trabajo de Tojo sobre submarinos, tras Lobos acosados, de 2001, y, como en el primer caso, la ausencia de estudios de rigor histórico mantenía como realidad numerosos errores, "empezando por los propios nombres de los barcos, porque la fuente principal era el trabajo periodístico, donde prima la inmediatez", dijo Tojo a Efe.

"Un error brutal" le llevó a documentar correctamente el primer reabastecimiento en el mar a un submarino en la historia de la navegación, que tuvo lugar en Corcubión en 1915. Estaba asignado al mercante Marzella, de la Compañía Hamburguesa de Navegación, cuando fue el español Marcela.

El autor explicó que en la primera guerra mundial los submarinos estaban a prueba, pues sólo existía el antecedente del Hunley, en la guerra de secesión norteamericana, y se trataba de un sumergible propulsado a pedales.

Sin embargo, hundieron muchos más barcos, cerca de 400 en España, que en la segunda contienda, unos 100, pues ya estaba generalizada la protección en convoyes.

En cuanto a los propios submarinos, en Galicia hay 35 pecios alemanes de la II Guerra Mundial y uno más de la guerra civil, pero sólo uno de la primera, en la entrada de Ferrol, que, además, fue hundido por la propia tripulación cuando fueron acorralados por un buque español.

El autor señala que "la historiografía no existía o era prácticamente nula cuando había espías, se sabía que había agentes aliados y alemanes que tenían una relación directísima con los consulados y las embajadas y se habían encontrado algunas estaciones de telegrafía sin hilos clandestinas".

En Galicia había espías en los principales puertos - A Coruña, Vigo y Vilagarcía- de ambos bandos, y "había gente que estaba dedicada casi en exclusiva a ver los barcos que entran, el cargamento que llevan o cómo se llaman".

Otras de las aportaciones del libro es la de dar nombre a multitud de tumbas de náufragos que plagan la costa gallega, en ocasiones, al ser protestantes, en lugares separados de los cementerios.