-Los casos que relata en Callar al mensajero, ¿son residuales o sigue habiendo muchos tabúes en el tema de la represión?

-La clave de la mayoría de los casos que se narran en el libro son de negación del testimonio oral. El problema viene de que en España se tardó mucho en permitir el acceso a los archivos. Todavía no tenemos acceso a todos ni sabemos dónde está determinada documentación.

-¿A qué archivos se ponen más trabas?

-A los del entorno eclesiástico por supuesto. Aparentemente no hay ningún problema para que tú veas la documentación, lo que ocurre es que la han ordenado ellos. Y de la catalogación que hagan yo no me fío. En España todavía no hemos llegado a los archivos del terror, como les denominan en Centroamérica; y el problema es que parece que esos archivos pudieron haber sido destruidos. Algo debe quedar, sobre todo en un país tan burócrata como este que hace 20 copias de cada cosa.

-¿Quién intenta callar más al mensajero de la memoria: la Administración local, la autonómica, la central o la Justicia, los estamentos militares o la Iglesia?

-Casi todos tuvieron una actitud contraria. Todos los que empezamos a investigar en los años ochenta sabíamos que no éramos bien recibidos en ningún sitio, ni en los archivos municipales, ni en los provinciales, ni en los militares, en los eclesiásticos ya ni nos dejaban entrar. Además había una tierra de nadie que nadie sabía que derechos tenía alguien a pedir documentación. Ahí decidía siempre el que mandaba, el encargado del archivo. En cuanto se olía que la cosa iba por el tema de la Guerra Civil ahí empezaban las pegas. Más adelante en vez de oponerse y vetarte, te decían que estaba en proceso de catalogación.

-Con la aprobación de la ley de memoria ¿se les han abierto más puertas?

-Es una situación todavía confusa. Desde que se aprobó la ley de memoria histórica que tanto trabajito costó darle salida, vino lo de Garzón, que hizo saltar por los aires todo lo de la ley de la memoria histórica. Pero luego ocurrió lo que ocurrió y entre unos y otros acabaron con la iniciativa de Garzón (de investigar los crímenes del franquismo). La situación actual es que no se sabe hacia dónde se va.

-Que estos temas acaben en los juzgados ¿responde a una dejación por parte de los políticos?

-Evidentemente. Hay una falta de acción de los políticos que en esos temas no han querido entrar porque consideran que no tiene interés y que forma parte del pasado. Ha habido ese abandono hacia las políticas de memoria y la cuestión de los archivos no les ha importado. Pero debían presuponer que iba a haber problemas. Si con el tema de la Guerra Civil y la represión no se hacía nada, como ha ocurrido, y se ponían tantas trabas a la investigación y no se ponía orden en los archivos, el campo estaba abonado para que las investigaciones surgiera y también las demandas.

-¿Echa en falta a jueces como Garzón?

-Aunque es un juez que tiene sus aristas complicadas, en España el hecho de que sólo haya uno como él es un problema. Lo malo es que hay muchos que son de la otra parte. Son los que acabaron con el auto. Después de salir el libro, pasó todo lo que pasó. El de Garzón hubiera sido el caso número 13 de Callar al mensajero por la denuncia de Manos Limpias. Espero no verlo en el banquillo por su auto sobre el franquismo, pero tampoco sería nada raro viendo la Judicatura que tenemos.

-¿Espera que el PP también se sume en el Congreso una resolución de condena del franquismo, como hizo el PP gallego?

-En noviembre de 2002 ya lo hizo, pero de forma muy light. Cuando ha tenido que definirse en el Parlamento al hablar de la memoria, el argumento que utilizó el PP fue el de leer la ley de Amnistía del 77. No tuvo otra ocurrencia durante el debate parlamentario de la ley de memoria histórica.

-¿Hay miedo en la derecha a deslegitimar el franquismo?

-Totalmente. La particularidad española es que vencieron. No es el mismo caso que Alemania, Italia o Austria. Esta gente venció, se mantuvo, siguió, controló la Transición y la orientó en el sentido que ellos querían. Estamos pidiendo que dejen de ser como han sido. La derecha se ha adaptado a la nueva situación, a las elecciones, a la situación democrática, aunque todavía les queda mucho de la influencia altísima de la dictadura. Nunca hablarán mal de su padre. En sentido genérico, de sus orígenes.